Persona meditando ante una puesta de sol

¡Muy buenas, damas y caballeros! Aquí estamos de vuelta con contenido, digamos, un tanto diferente a lo que venían siendo los anteriores posts. Hace mucho que no dedicamos un tiempo a reflexionar y echar mano de la filosofía, y la verdad es que ya iba tocando. Hoy voy a comentar la corriente del Estoicismo, un tipo de pensamiento que considero bastante interesante y atractivo.

Supongo que aquellos de vosotros que tengáis una excelente memoria os estaréis preguntando: ¿el pensamiento estoico no lo comentaste ya en el pasado? ¡Correcto, así es! Sin embargo, aquellas reflexiones tienen ya un año, han pasado muchas cosas. Me parece muy buena idea recapitular algunas de mis creencias antiguas, así como los motivos de por qué pensaba así. Del mismo modo, creo que es positivo pensar en los cambios de maduración personal experimentados durante este tiempo y en qué punto me encuentro ahora.

Para mí, una de las mayores virtudes del ser humano es la coherencia, es decir, poder establecer una relación lógica firme entre la palabra y la conducta de una persona. Estos dos conceptos, aunque suelen ser a menudo muy intrínsecos, también son extremadamente paradójicos. La cantidad de veces que caemos en el error, y yo el primero, de decir una cosa y luego hacer otra es estratosférico. ¿Por qué? La razón estriba en que es extremadamente difícil.

Las personas, la moralidad, el entorno, y en última instancia, las emociones suelen ser los principales causantes de tales discrepancias. Nuestro deber, como personas hechas y derechas es buscar la verdad y la coherencia en todos los ámbitos. Para ello, debemos analizar nuestras debilidades, tenemos que profundizar en lo más hondo y “oscuro” de nuestro ser para ver qué es lo que no nos gusta, y así, poder corregirlo.

Tras pensar mucho, creo poder decir que la clave de una existencia tranquila se sustenta en aplicar el pensamiento de los estoicos. Estas afirmaciones las voy a atestiguar mediante el análisis de mi persona, de mi visión del mundo y de las relaciones humanas, así como por medio del papel que juegan nuestras emociones. Para ello, vamos a comenzar respondiendo a la primera pregunta que nos surge: ¿qué es eso del Estoicismo?

Fundamentos del Estoicismo

El Estoicismo es una doctrina de pensamiento fundada a principios del siglo III a.C por el filósofo helenístico Zenón de Citio, nacido en Chipre. La historia de este pensador es muy intrigante, ya que sobrevivió a un naufragio. Sin embargo, en él perdió todo lo que poseía. Llegó a Atenas, donde ofrecía sus lecciones en público. Precisamente, el nombre de su filosofía proviene del lugar en el que difundía su pensamiento, una “stoa” o galería cubierta que se encontraba junto al Ágora de la ciudad.

La premisa fundamental de cualquier estoico es guiarse ante todo por la razón, es decir, toda conclusión, acción o decisión siempre debe estar respaldada por uno o más argumentos lógicos. La emoción es la antagonista por excelencia de la razón, y por ello, hay que tener especial precaución. Eso no significa que las emociones haya que repudiarlas o reprimirlas, simplemente, hay que saber gestionarlas de un modo adecuado. El Estoicismo no es una apología a reprimir las emociones, sino a saber controlarlas. ¡Cuidado con este detalle!

De hecho, de acuerdo a los estoicos, las emociones se pueden dividir en tres grupos: buenas, malas y neutrales o indiferentes. Las emociones buenas hay que potenciarlas, las indiferentes obviarlas y las malas son aquellas con las que tenemos que pelear. A nivel teórico parece muy fácil, pero esto es como todo en la vida, ya que del dicho al hecho hay un buen trecho.

Triángulo con los tres pilares del Estoicismo: felicidad, virtud y tranquilidad
Los tres pilares del Estoicismo

Tras comentar brevemente cuál es el artífice promotor de esta corriente, voy a exponer sobre la mesa algunos pensamientos y reflexiones de por qué creo que incorporar este tipo de praxis a nuestras vidas puede ser realmente beneficioso, no solo para nosotros mismos, sino también para todos aquellos que nos rodean. ¡Comenzamos!

Búsqueda del desapego emocional

En la captura que os he mostrado anteriormente, se puede observar que el Estoicismo consiste en alcanzar tres estados: virtud (Areté), felicidad (Eudaimonia) y tranquilidad (Ataraxia). Antes que nada, quiero dejar constancia de que no soy plenamente estoico. ¡No me siento identificado plenamente con ninguna corriente! Personalmente, me considero un “libre pensador” que adquiere conocimiento de diversos campos, razona sobre ellos y establece sus propias concepciones.

Para mí, al igual que para muchos pensadores de esta corriente, el primer peldaño de la escalera que hay que subir es el de la apatía (Apatheia), que consiste en conseguir un estado mental libre de fluctuaciones emocionales. En este punto, se presenta una primera diferencia sustancial entre el ideal estoico y el mío. Los estoicos sostienen que la clave de esta impasibilidad reside en aceptar el mundo en el que vivimos, lo que ellos definen como “admitir la naturaleza de la realidad”. Sin embargo, yo pienso que este es, precisamente, el último reto. Primero creo que tenemos que acatar nuestra propia naturaleza antropológica.

Este aspecto lo podemos tratar de conseguir buscando el denominado desapego emocional. En términos psicológicos, esto hace referencia a la actitud que podemos tener las personas para vincularnos de una forma sana, o no dependiente, con personas o con cosas. Por consiguiente, la clave de un correcto desapego emocional reside en la aceptación del cambio permanente de las personas y de las cosas.

Chica saltando felizmente en el campo
El desapego emocional es la clave de una vida sin sufrimiento

No acostumbrarse a depender de los entes materiales es una cuestión bastante trivial, ya que el apego a objetos suele estar vinculado casi siempre a conductas meramente hedonistas. Descarto casos de adicciones, trastornos psicológicos, traumas o enfermedades, dado que en estos casos existe una anomalía que impide la progresión adecuada de los hechos. Estos casos son excepciones, así que digamos que en términos materiales, el desapego se basa en rodearse de todos aquellos bienes que son necesarios para poder vivir en un estado de bienestar.

Algún que otro “capricho” nos podemos dar, pero siempre con control y equilibrio. La idea es que el placer siempre esté sometido a la razón y no al revés. En caso contrario, seremos meros hedonistas guiados por nuestros vicios y placeres carnales. ¡Eso es muy mal negocio! Es más, aprovecho para introduciros una reflexión de Viktor Frankl (1905 – 1987), un célebre psicólogo austríaco, que decía lo siguiente: quien carece de propósito, se distrae con el placer”. ¿Tiene razón o no? ¿Qué pensáis de tal afirmación?

Esta parte es, en condiciones normales, relativamente fácil. La parte “turbia” es saber vivir sin depender de otras personas. El ser humano es un animal racional, pero sobre todo, es un ser social. ¡Está en su naturaleza! Así las cosas, la cuestión que se nos presenta es, cuanto menos compleja: ¿cómo podemos desapegarnos emocionalmente de los demás si nuestra esencia nos conduce a lo contrario? La realidad es que estos conceptos no tienen nada que ver. No obstante, pongo este dilema a disposición de todos porque es un error en el que fácilmente podemos caer. ¡Soledad no es sinónimo de aislamiento!

Confrontación con la muerte

El aislamiento es la ausencia de interacciones sociales, mientras que la soledad es un punto intermedio entre la extraversión y la marginación o aislamiento social. De este modo, digamos que las personas con un carácter introvertido son aquellas que están entre ambos puntos. Son individuos que no tienen problemas en socializar, pero son cautos y selectivos a la hora de decidir qué personas entran en el círculo de confianza.

Personalmente, creo que es importante aprender a vivir en soledad. Los seres humanos somos seres mortales, estamos de paso, y nuestra existencia es finita. Por tanto, debemos aceptar que, tarde o temprano, vamos a faltar nosotros o nos va a faltar alguien. Desapegarse emocionalmente es convivir con las personas sabiendo que en cualquier momento pueden desaparecer. De hecho, amar sanamente a alguien implica saber dejarle marchar. Como se puede ver, nada tiene que ver el desapego emocional con sufrir aislamiento social o tener un carácter misántropo.

La soledad es el único ambiente en el que uno puede pensar tranquilo, reflexionar y hacer introspección sobre sí mismo. Puedes ver qué te gusta y qué no, en qué tienes que mejorar y por qué. Las relaciones humanas son un complemento a nuestra existencia, no el motor de esta. Para mí, este es el segundo peldaño para alcanzar una mente estoica, una mente donde reine el equilibrio emocional. Hay que aceptar nuestra condición social, pero también nuestra existencia perecedera. ¡Nada es para siempre! Y siento ser duro, pero quien no tenga claro esto, no hallará otra cosa que sufrimiento.

Aceptar esto puede ser muy complicado, sobre todo, para las personas con temperamentos muy extrovertidos. Conozco personas a las que les aterra estar solas. ¡Eso es un problema! La realidad es que siempre estamos solos. Nacer, pensar, reflexionar, sentir, emocionarse, enamorarse, sufrir, y finalmente, morir son aspectos de la vida que hacemos solos. Dentro de nosotros no hay otra cosa que nosotros mismos. La gente puede empatizar y ser asertiva, se pueden compartir las emociones, pero nadie va a experimentar lo que sientes o lo que vives, es imposible, porque en ti mismo solo existes tú.

La muerte es una parte natural de la vida. De ella no se escapa nadie, ni siquiera yo. El desapego emocional nos permite construir lazos sólidos teniendo en cuenta estas premisas. Así las cosas, vemos que desde una perspectiva estrictamente existencialista no valemos nada, puesto que nacemos para más adelante morir. Una vez aprendemos a admitir esta parte tan cruda de la realidad, nuestra naturaleza física, estamos preparados para evaluar la base de las interacciones sociales humanas.

Representación gráfica de la muerte como etapa final de la vida
La muerte es una parte natural de la vida que debemos aceptar

La hipocresía en las relaciones humanas

A continuación, vamos a recapacitar sobre las bases que, en mi opinión, definen todas las interacciones sociales. Para ello, voy a echar mano de unos pensamientos que ya escribí en el post sobre la importancia de la introspección, concretamente, las conclusiones a las que llegué acerca de la condición humana a nivel psicológico.

Lo primero de todo, al ser humano lo veo como un ente, parcialmente libre, que goza de razón y de voluntad tanto para hacer el bien como para hacer el mal. No obstante, en su estado de naturaleza, definido como el patrón de comportamiento descrito por el individuo en base a sus impulsos naturales sin tener en cuenta la madurez moral, es un ser que tiene una predisposición clara a coger el camino del mínimo esfuerzo, que tristemente, suele ir de la mano a obrar mal.

Por ello, una buena medida para poder protegernos de posibles desavenencias es practicar el Escepticismo, es decir, dudar de las intenciones que mueven a los demás a actuar, sobre todo, si nos afectan. Podríamos llamar a esta conducta como “Escepticismo interpersonal”.

Analogía para representar la doctrina del Escepticismo
Escepticismo intepersonal: nunca se conoce a las personas del todo

Así las cosas, en cuestiones metafísicas se puede ser escéptico, en cuestiones humanas ¡se debe ser escéptico! La razón es simple, nunca llegamos a conocer a las personas del todo. Todos tenemos inseguridades, secretos y miedos que no queremos que salgan a la luz. En definitiva, podemos definir la condición humana en base a dos directrices: 1) todo el mundo miente y 2) la gente va a lo suyo. La verdad a nivel teórico es algo precioso, pero a nivel práctico no tanto.

La mentira es un mecanismo muy usado porque funciona, es el motor que permite que la sociedad avance y que no estemos todo el rato en guerra. Esta es una visión a la que llegué en el post acerca del Positivismo Absolutista, que básicamente, lo definí como la capacidad de ver el lado bueno o neutro a todo lo que nos ocurra. Este patrón de conducta va muy ligado al tema de la impasibilidad mental: dejar que nada nos afecte demasiado. ¡Pieza angular del Estoicismo!

Todos nosotros tenemos intereses, metas, objetivos, que son esenciales para que nuestras vidas no nos resulten, a priori, vacías. Y la realidad es que si no luchamos por lo que queremos, nadie más lo va a hacer. ¿Por qué pensáis que merecéis algo mejor de lo que tenéis? ¿Porque os esforzáis? ¿Porque sois justos y buenos? ¡No! Pensáis eso, al igual que lo pienso yo, porque es lo que deseáis. En otras palabras, si quieres algo tienes que hacerlo tú mismo porque la lista de personas que te van a ayudar va a ser muy reducida, hasta el punto de que puede que empiece y acabe en ti.

La realidad es la siguiente: todas las relaciones humanas se basan en intereses, y la mayoría en mentiras. Vivimos en un mundo donde reina la banalidad, la superficialidad, la apariencia y la hipocresía. ¡Todos mentimos y todos vamos a lo nuestro! Las entrevistas de trabajo, los formalismos, las amistades e incluso el cortejo, están “manchados” de mentira y fachada. Falseamos las entrevistas de trabajo, construimos falsas apariencias, mentimos a la gente diciendo lo que quieren oír para que no se lastimen, y en el mundo de las citas, tanto hombres como mujeres tenemos que esconder nuestro verdadero objetivo: la reproducción, para no ser tachados de seres inmorales e interesados. ¿Por qué nos empeñamos en querer hacer todo tan difícil?

Las amistades son intereses

En relación a lo anterior, todos los vínculos humanos surgen en base a un interés, que puede ser o no legítimo. ¡Siempre hay una razón para toda interacción! La gente que dice que tiene “amigos del alma” y patochadas del estilo no escoden otra cosa que absoluta ignorancia a cómo funciona el mundo y cómo es la esencia de los lazos humanos. De hecho, estos aspectos son símbolo de infravaloración del concepto de amistad.

Hay personas, como a mí, a las que le cuesta hacer amigos reales porque es muy difícil el poder hacerlos. Mantener las amistades es una tarea que requiere dedicación y esfuerzo. Es más fácil mantener a los amigos que hacerlos, precisamente, porque estas interacciones se basan en aficiones y gustos comunes, que en definitiva son intereses. Cuando esos “vínculos” desaparecen o se distancian, solemos buscar a nuevas personas que nos permitan satisfacerlos en lugar de intentar conservar los antiguos.

Los amigos, las relaciones, al igual que nuestra esencia, tienen fecha de caducidad. ¡Todo se acaba! No podemos depender del mundo para poder tener una vida plena, porque el intentar mantener las conexiones genera desgaste y sufrimiento. Quiero decir, podemos luchar por las personas en las que creemos, pero solamente hasta el punto de que no nos empujen al desastre. La soledad es nuestra amiga, nunca nos abandona y debemos estar preparados. Convivir con ella nos hace pensar qué hacemos, qué somos, y qué queremos. Son preguntas duras cuyas respuestas, a veces, lo son aún más. Por ese motivo mucha gente la evita como la peste. Sin embargo, es vital en el proceso de la introspección y en el autoconocimiento.

Las amistades son siempre falsas al principio, ya que lo que nos mueve es desear ser aceptados por el orden social y no quedarnos aislados o marginados. El paso del tiempo es la que nos permite analizar el entorno y la sociedad. La razón, por su parte, es lo que nos posibilita discernir quién valen la pena y quién no. Los lazos de amistad que valen la pena son aquellos que con el paso del tiempo se transforman en responsabilidades éticas: querer o no querer estar. Saber que vínculos son constructivos solo requieren un pensamiento escéptico. ¡Nunca os impliquéis emocionalmente con alguien que no os ha demostrado nada! La amistad genuina es una responsabilidad ética.

Chicos saltando en una playa
La amistad genuina es una responsabilidad ética.

La oscuridad de las relaciones románticas

Al igual que la amistad, el amor también tiene sus claros y sus oscuros. Hoy en día, al menos en occidente, se nos vende la moto de que los hombres y las mujeres debemos buscar ser iguales. Y en este sentido, el movimiento feminista ha hecho mucho daño. Entre ambos sexos existen diversas “murallas”, fisiológicas y psicológicas, que impiden que seamos completamente iguales. Lo siento mucho, pero la igualdad absoluta entre hombres y mujeres es ¡una soberana estupidez!

El tema amoroso es un gran ejemplo de estas afirmaciones. ¿Cuál es la meta que perseguimos cuando nos involucramos en una relación amorosa? El objetivo es perpetuar la especie por medio de nuestra descendencia. Hay casos excepcionales a la regla, pero son eso, excepciones. La inducción es un argumento lógico, la excepción no. Este patrón de conducta está implícito en la condición humana y no lo podemos cambiar. ¡Nos guste o no estamos encaminados a eso! Las personas elegimos a nuestras parejas en base a si las consideramos atractivas, o mejor dicho, aptas para construir una familia. Ahora bien, ¿qué consideramos hombres y mujeres atractivo?

A los hombres y a las mujeres les atraen cosas distintas. El hombre es un organismo sexual sumamente visual, mientras que la sexualidad de la mujer es completamente emocional. Las damas necesitan establecer conexiones con los hombres para poder establecer lazos románticos y sexuales, mientras que los hombres solamente observando su figura y su belleza ya están listos. Una mujer nunca se va a enamorar a simple vista de un hombre, pero al revés sí. Conozco bastantes casos. Es más… ¡a mí me ha pasado las dos veces! Este tema es muy interesante, os dejo un análisis que hicieron de este tema por si tenéis curiosidad.

En resumen, el hombre se enamora por los ojos y la mujer por los oídos, por esa razón las mujeres se maquillan y los hombres mienten. Verdaderamente, una de las pocas cosas en las que hombres y mujeres se parecen al estar enamorados es que ven perfectas a la persona de la cual se han enamorado. Esto es debido a que el cerebro segrega grandes cantidades de dopamina y serotonina en la ínsula y el núcleo estriado. Por este motivo, queremos estar de continuo con esa persona, creemos que es perfecta y la idolatramos. ¡La ciencia habla!

Fijaros en mí, rescato una frase que escribí en el post sobre las dos mujeres de las que me he enamorado: “si bajara un ser todopoderoso que me dijera que en un futuro lo iba a leer y que tengo alguna posibilidad la esperaría para la eternidad. ¡Esto es amor!”. ¡Jodo Floro! En fin… qué decir de tales declaraciones. Esto es un ejemplo claro de lo que no hay que hacer. La intención no era mala porque es romántico y bonito, pero parece que es la voz de la desesperación la que hablaba.

¡Es increíble cómo cambia todo! ¿Veis lo que pasa cuando te invaden las emociones? Cometí un grave error, que con un poco de raciocinio, hubiera podido solucionar. Si no hubiese tocado fondo, me podría haber preguntado: ¿parezco un desesperado? Habría visto que sí y no hubiera actuado de ese modo. ¡Elemental, mi querido Watson!

Las leyes del cortejo humano

La sociedad actual que tenemos fomenta la banalidad, la superficialidad y el hedonismo a diestro y siniestro. Las redes sociales, las plataformas de contenido, las apps de citas, las discotecas, etcétera, no son otra cosa que instrumentos que impulsan estos comportamientos. En cierto modo, esto plasma cuál es la verdadera naturaleza del ser humano, después de todo, la gente suele coger los caminos fáciles porque reflejan la ley del mínimo esfuerzo.

¿Para qué vas a esforzarte en construir una relación si puedes jugar al juego del “aquí te pillo, aquí te mato” con cualquiera con total libertad? El objetivo de cualquier interacción amorosa tiene como trasfondo el ámbito sexual. ¡Placer sin ataduras y perpetuación de la especie! ¿Para qué construir una relación amorosa fructífera cuando puedes conseguir placer carnal tan solo con likes o matches? ¡Vomitivo!

De esta información podemos concluir que, de este tipo de relaciones, que son ciertas aunque hedonistas, van a surgir vínculos que no van a llegar a nada. Son relaciones efímeras que no van a traer a nuestras vidas gente de bien. La razón estriba en que el fin de la interacción, pese a estar sustentado en la verdad, tiene tan poco valor en sí mismo que no suscita a continuar más allá de eso.

El problema es que la situación opuesta, querer ocultar esta realidad total o parcialmente, también es una paradoja porque las relaciones que camuflan estas intenciones se construyen sobre mentiras, y si no se identifican adecuadamente, cuando una de las dos partes consigue su misión… ¡hasta luego, Lucas! Nada es tan bonito como a simple vista parece que es. Luego la gente va por ahí llorando: “es que me han traicionado”, “solo me quería para esto”, etcétera. ¿Por qué sucede esto? Pues porque todo el mundo miente.

¡Las verdades duelen mucho! Imaginemos que dos personas están teniendo una cita en un bar. De repente, la mujer le hace preguntas al hombre del tipo: “¿qué opinas de mí o qué buscas en una relación? Estas son cuestiones trampa. Si el hombre dijese lo que está pensando, que no es otra que darle lo suyo, la mujer lo vería como un depravado, alguien poco atractivo y poco fiable para construir una familia, dado que seguramente solo la quiera para tener sexo. En otras palabras, el hombre tendrá que mentir para poder acostarse con ella o para poder seguir con la cita.

La realidad es que todos los hombres que se acercan a las féminas, incluido yo, tenemos el objetivo a largo plazo de procrear con las mujeres a las que cortejamos. Los hombres que tienen citas con chicas, antes o después, están pensando en llevarlas a la alcoba por mucho que se esfuercen en negarlo. ¿Por qué no lo decimos? La razón estriba en que si somos honestos, las mujeres nos veríais como seres simplones, mujeriegos y poco atractivos. Por consiguiente, no nos consideraríais candidatos aptos, factor que desencadenaría que tampoco quisierais “jugar”, aunque quisieseis por miedo a las consecuencias. ¡Lógica aplastante! Y esto son algunas mentiras de última hora… ¿Qué ocurriría si fuera al revés?

En este caso, las féminas también van a mentir, ya que con mayor sutileza que nosotros, también persiguen la reproducción. Si de primeras, la mujer confiesa que lo que quiere es truscar, va a ser vista como una fémina ligera de cascos, por lo que ningún hombre de alto valor la va a escoger. Si adorna la respuesta de la misma forma que hace el hombre, está incurriendo en las mismas mentiras. Y he aquí, la mentira suprema, todos nosotros, tanto hombres como mujeres… ¡lo sabemos!

La cosa está en que miramos para otro lado para no resultar unos salidos, en el caso de los varones, y para no ser consideradas unas simples fulanas, en el caso de las señoras. Lo que nos lleva a la conclusión final: ¡todo el mundo miente! La verdad teórica es elegante, pero a veces es difícil de digerir. Para la mayoría de las personas es más fácil ignorar la realidad que admitirla. Resulta mucho más fácil mentir porque nos hacemos los éticos y los civilizados, pero en realidad no somos otra cosa que meros hipócritas.

Mentiras
Todo el mundo miente, lo única que cambia es sobre qué y el por qué

Han ido detrás de mí algunas mujeres, tampoco muchas, no vamos a mentir. Yo solamente he estado interesado en dos. Solo en el último caso he dicho lo que había, mejor o peor, pero para qué quiero entablar vínculos con alguien que no me interesa, o dicho de otro modo, para qué voy a ir detrás de alguien que no busca lo mismo que yo. Quiero decir, no hay razones lógicas que sustenten la perseverancia. La ausencia de motivos para hacer algo es un buen motivo para no hacer ese algo ¿no?

Los hombres y las mujeres buscamos cosas distintas. Los principales atributos que un hombre ve en una mujer son belleza, juventud y fertilidad. Por otro lado, la mujer busca seguridad, protección y status. ¿Se ve la diferencia? Esto tiene su razón de ser en la psicología evolutiva de los seres humanos. Estos patrones de conducta resultan imposibles de cambiar por más que la sociedad se empeñe en que sí.

En resumen, la sociedad en la que vivimos enmascara la parte turbia de la realidad con falacias, hipocresía, apariencias y engaños, consiguiendo que el mundo en el que vivimos parezca un lugar bonito en el que todos somos éticos y buenos. Al igual que ocurre con la amistad, donde buscamos que las personas satisfagan nuestros deseos, en el cortejo y el amor ocurre lo mismo.

¿La mayeutica socrática permite racionalizar el amor?

Estamos todos de acuerdo en que el amor es una emoción. Sin embargo, mi concepción de ella ha cambiado sustancialmente. Voy a echar la vista un año atrás, a cuando escribí el post sobre el amor y la belleza. Por aquel entonces, mis palabras fueron: “el amor es la emoción más poderosa que existe. Nadie es invencible a su efecto. El individuo más misántropo podría enamorarse, y de igual modo, el sujeto más racional y justo podría llegar a perder la cabeza. Yo fui víctima de él, y siendo honesto, ahora otra vez“. ¿Qué ha cambiado de todo esto?

Siendo sincero, cuando escribí esto estaba plenamente colgado, por lo que mantener la objetividad e imparcialidad lógicas era complicado. El amor en su máxima plenitud es irracional y no se puede controlar, después de todo, nadie elige de quién se enamora. Las emociones son irracionales. No podemos tomar decisiones basándonos en ellas porque son cambiantes. Mirad lo que puse en el post del Positivismo Absolutista. Tras declararme, me arrepentí al instante, pero segundos antes de hacerlo, me parecía una acción increíble porque iba a vencer mi miedo al rechazo. ¡Mal! Si no me hubiera obsesionado, que fue lo que me pasó, habría pensado mejor la forma de actuar y no lo habría hecho así.

Claramente, la intención era buena. No obstante, las acciones se juzgan por las consecuencias que tienen, nunca por las intenciones. De hecho, son los resultados el argumento que solemos usar para clasificar o catalogar a la gente, en vez de preguntarnos ¿por qué habrá hecho esto? La realidad es que no importa lo que somos, sino lo que los demás creen que somos, la realidad es irrelevante. El quid de la cuestión es que, pensando detenidamente, creo que se puede “sobrevivir” a este tipo de situaciones sin perder el control de nuestras emociones. Mi idea se basa en el uso de la mayeutica socrática.

Personas besándose en una puesta de sol
Un gran error del ser humano es dejarse llevar por el amor romántico

Para los que no lo sepáis, la mayeutica socrática es un método propuesto por el célebre Sócrates, que consiste en hacernos preguntas a nosotros mismos para descubrir el conocimiento que reside en nuestro interior. De esta forma, cuestionar lo que vemos, lo que oímos, lo que sentimos, etcétera, nos puede ayudar a encontrar la verdad.

La gracia de este método es que sirve para muchos ámbitos de la vida: ¿quién soy?, ¿qué hago aquí?, ¿cuál es mi destino?, ¿existe Dios? son ejemplos de preguntas que nos podemos hacer. Por supuesto, algunas no van a tener una respuesta clara, que en realidad no es una mala respuesta. No obstante, lo que concierne a nosotros mismos, nuestro fragmento de realidad y todo lo que ocurre en ella, podemos intentar racionalizarlo. ¿Qué quiero hacer con mi vida?; ¿qué puedo hacer si me sucede un problema?; ¿me conviene esta persona para formar una amistad?; ¿estoy enamorado?; ¿por qué pienso que esta persona es adecuada para formar un vínculo amoroso? Supongo que se ve por dónde van los tiros ¿verdad?

La mayeutica socrática es el mejor jarabe contra las relaciones tóxicas y los enamoramientos no deseados. Resumiendo, en mayor o menor medida, siempre podemos echar mano de la razón para entender lo que vemos y lo que nos pasa. Aplicando esta forma de ver el mundo y a las personas, quizás podamos ahorrarnos algún que otro disgusto. Las tortas físicas duelen, las tortas psicológicas marcan, las tortas de realidad matan. En verdad, he puesto de ejemplo el amor y la amistad porque son las emociones humanas por excelencia. El pánico, el rencor, la ira, el odio, la compasión, etcétera, también están en este barco.

El perdón: ¿la llave del dolor o un jarabe contra la culpa?

Ahora procedemos a tocar otro tema que también considero que es interesante. ¿Qué visión tenéis del perdón? Como ya sabéis, soy una persona que ha cometido bastantes errores porque ya lo he dicho en alguna ocasión. La mayoría de las veces que he hecho algo mal se me ha perdonado, pero yo no he perdonado casi nunca a nadie.

El acto de perdonar lo considero como una hazaña de valor por ambas partes, ya que el que perdona tiene que estar dispuesto a olvidar lo ocurrido y a arriesgarse a que en un futuro la persona pueda volver a fallar. Paralelamente, la persona que es perdonada tiene que reflexionar sobre lo que ha hecho y tiene que reconocer a los demás, y a él mismo, que se ha equivocado, suceso que a mí me parece bastante complicado y de gran mérito.

Hay dos cosas que no perdono: la traición y la infidelidad. Para mí, son dos fallos capitales que no quiero que ninguna persona de mi entorno cometa. Soy incapaz de olvidar este tipo de acciones, porque son el ejemplo claro de casos en los que sabes que vas a obrar mal y aún así decides hacerlo. ¡Nada tienen que ver con la decepción! ¿Recordáis cuando os decía que todos vamos a lo nuestro? La decepción es el corolario de ese teorema. Todos tenemos deseos e intereses que queremos cumplir. Está en nosotros querer cumplirlos y valernos de otros que nos ayuden a conseguirlo. En este contexto, ¿qué ocurre si alguien satisface sus intereses por encima de los míos?

No tengo ningún motivo para enfadarme porque yo hago lo mismo. ¡Todos lo hacemos! Ser egoísta es humano hasta cierto punto, nada tiene que ver con el lema del fin justifica los medios. La verdad es que no tenemos razones para molestarnos cuando alguien se escoge a sí mismo antes que a los demás. No podemos culpar a los demás de que no estén a la altura de nuestras expectativas porque somos nosotros quienes nos las hemos hecho. Creer que los demás van a obrar igual que obro yo es un fallo humano muy común. ¡Traición es reflejo de crueldad, decepción es reflejo de humanidad!

Perdonar esas conductas creo que es un error porque es abrir una puerta para que te vuelvan a hacer daño. En este contexto, voy a contar una anécdota. ¿Os acordáis que en el post de la introspección hablé sobre que me encontré en una fiesta con un antiguo “amigo”, que me dejó de lado hace once años? El chaval me habló y me empezó a preguntar que cómo me iba, por aquí por allá. Mi respuesta fue mandarle a paseo. Pues bien, desde entonces tengo un sueño, un sueño recurrente.

En dicho sueño aparezco con traje y muy elegante. Aparentemente, estoy en una especie de comedor de fiestas. Comidas de lujo, una orquesta de fondo tocando jazz, los asistentes comiendo y pasándolo bien. En medio de todo ese jolgorio estoy yo. Lo realmente curioso es que los rostros de los invitados con los que me voy cruzando son las caras de algunas personas a las que he hecho daño. ¡Ahí están! Comen, ríen y bailan al compás de la música como si no me vieran, como si se les hubiese olvidado lo que hice.

Fotografía de un salón de baile presidencial
El sueño tiene lugar en una especie de salón presidencial

Seguidamente, llega el maître y me sienta a presidir una mesa larga, llena de comida y con cubertería de lujo. Lo realmente sorprendente es que los comensales que están ahí sentados son las personas que me han hecho daño a mí. Me quedo sorprendido, la luz de la sala de fiestas se torna lúgubre y la música de jazz da paso a un silencio atronador.

Y ahí están todos ellos, callados, serios, inmóviles, mirándome como el lobo que observa latente a su presa. ¡Nadie dice nada! Ellos me miran a mí, y yo les miro a ellos. Intento hablar, pero no puedo. Ahí es cuando me despierto. No sé, siempre es el mismo sueño y no tengo muy claro si significa algo. Quizás, es mi subconsciente que me dice que le tenía que haber perdonado, puede que sean remordimientos de conciencia de lo que le dije. La verdad es que no tengo ni idea. Podría haberle perdonado, pero ¿por qué?

Jamás mostró arrepentimiento, y tras once años, saluda como si fuéramos “coleguitas” y como que no ha pasado nada. Y esto es algo que mucha gente hace, quisiera entenderlo, pero no puedo. Yo casi nunca me he disculpado con nadie, y si lo tengo que hacer, procuro que sea una disculpa sincera y temprana con respecto al motivo por el que he errado. No dejo pasar el tiempo porque cuánto más transcurre, menos valor tiene la disculpa, hasta el punto que ya no tiene sentido hacerlo. ¿Para qué? Llega un momento en el que la persona a la que dañaste vive igual con tu disculpa que sin ella. Quiero decir, no tiene sentido lógico.

No comprendo la gente que se demora tanto en hablar cuando ocurre un problema. A ver, puedes dejar “reposar” unos días, y a lo sumo unas semanas, pero desde luego meses o años… ¡pues ya ves tú! Quiero decir, lo que me tengas que decir ya me vale de poco o de nada. Es más, creo que es un intento de redimir culpa, ni más ni menos.

Perdonar es sinónimo de olvidar, y yo no puedo hacerlo. No es que no pueda, es que no quiero hacerlo porque no hago otra cosa que dar pie a que me vuelvan a lastimar. ¡No me gusta dar pie a eso! De hecho, me resulta más sencillo romper el contacto y desaparecer. Tengo muy pocas amistades porque soy extremadamente selectivo.

Tengo muy pocos vínculos, pero me llenan tanto que no me siento solo, a diferencia de como estaba años atrás. Sé la importancia que tienen las amistades sinceras porque mi responsabilidad es mantenerlas vivas y que no mueran. De esta forma, tengo tiempo a solas para pensar, hacer deporte o mis proyectos, y al mismo tiempo, los tengo a ellos para reír, pasarlo bien y hablar cuando las cosas no van bien. Y por descontado, ellos me tienen a mí siempre.

Por ir concluyendo esta parte, no tengo nada en contra de las relaciones humanas, pero hay que saber cuáles son las premisas en las que se basan para poder construir vínculos fuertes. ¡Todo el mundo miente! Por ello, analizar el entorno y hacerse preguntas (mayeutica socrática) ayuda a discernir cuáles valen la pena y cuáles no. Por último, el desapego emocional nos enseña a quererles lo suficientemente bien como para que el día que se vayan, no les hagamos sentir mal o al revés. Después de todo, nada es para siempre.

Aceptación de la realidad

Tras analizar la naturaleza humana y el carácter de los vínculos humanos. Estamos preparados para cuestionar el mundo en el que vivimos. ¡A por ello! Uno de los dogmas básicos de la mente estoica es acatar la naturaleza de la realidad como algo de lo que nunca vamos a poder escapar, sencillamente, porque formamos parte de ella.

Al aceptar este hecho, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que ejercer el Estoicismo significa aceptar la realidad tal y como es, en todos los ámbitos, sin intentar cambiarla, es decir, hay que hacer frente a nuestra naturaleza y al hecho de que no se puede controlar todo lo que sucede en nuestras vidas. Lo único que ¡sí! se puede controlar es cómo reaccionar a las cosas que nos suceden. Este es uno de los mayores entresijos del pensamiento estoico.

Este postulado tiene su fundamento filosófico en el llamado “principio o dicotomía del control”. Básicamente, se trata de poder determinar qué es aquello que está bajo nuestro control y qué no. Esto es extremadamente útil, ya que a la hora de enfrentarnos a problemas o adversidades nos permite sufrir menos, y además, garantiza que no juzguemos ni se nos juzgue por sucesos que escapan a nuestra voluntad o control. Admitir que solo podemos controlar nuestras acciones y esperar el resultado con ecuanimidad es el objetivo que plantea esta filosofía para conseguir la paz interior o Ataraxia y la eficacia exterior.

Hay que aceptar que el mundo en el que vivimos no es justo. Si buscas perfección mala suerte, las cosas nunca están del todo bien. Las cosas buenas suelen pasar y las cosas malas a veces pasan. Nosotros somos una parte muy pequeña de la realidad, tan minúscula, que cuando morimos, esta no se percata de ello. El mundo, simplemente, sigue su camino.

Por consiguiente, en un espacio injusto, hay que aprender a vivir no esperando nada de nadie. Si ocurre perfecto, pero sino, no pasará nada porque ya nos habremos curado en salud. A simple vista, vemos que hay un parecido intrínseco entre el Estoicismo y el Taoísmo. Mientras que la primera te enseña a mantenerte impasivo al entorno, el Taoísmo te enseña a vivir de acuerdo a las exigencias del destino, lo que los taoístas llaman camino o “Tao”.

Fundamenos taoismo
El Taoísmo tiene su origen en China y su emblema es el símbolo del Yin y el Yang

El Estoicismo propone la visualización negativa del mundo, es decir, contemplar siempre el caso peor de cualquier situación en la que nos encontremos. De esta forma, podemos tejer un plan de acción en el supuesto de que llegase a ocurrir. Así las cosas, si no ocurre no pasa nada, pero si ocurriese, ya estamos preparados para saber reaccionar. Paralelamente, saber gestionar las emociones y practicar el desapego emocional nos permitirá que nos mantengamos firmes. La visualización negativa del mundo choca con nuestras emociones, que podrían llevarnos al abismo, y eso es un problema grave si estamos en una situación en la que la toma de decisiones depende de nosotros. ¡Es inaceptable!

En resumen, al afirmar que pueden ocurrir cosas malas o cosas que no merecemos, podemos aprender a digerir mejor las adversidades. La soledad y la mayeutica socrática son la clave del conocimiento, que en mi opinión, reside en nosotros mismos y “lo conocemos” por medio de preguntas. Así las cosas, una vida de paz y tranquilidad la alcanzamos aceptando la cara oscura del mundo y de nosotros mismos, como ya hemos visto. El objetivo es dejar a nuestra mente sin forma, para que sepa moldearse a cualquier situación.

La famosa frase de Bruce Lee: be water my friend
Bruce Lee: “El agua puede fluir, o puede aplastar. ¡Sé agua, amigo!”

En definitiva, ya hemos conseguido saber cómo podemos ejercer la Ataraxia, es decir, la tranquilidad e impasibilidad frente al mundo. Siendo inmutables podemos alcanzar el sentido de la vida de los estoicos: la felicidad (Eudaimonia). Al ser felices, habremos podido alcanzar una vida plena, puesto que habremos alcanzado la virtud (Arete).

Sinceramente, aquí es donde creo que el Estoicismo hace aguas. A priori, podemos ver que la filosofía estoica guarda cierto paralelismo con la aristotélica, dado que considera la felicidad como el fin supremo al que va orientado todo ser humano. Ahora bien… ¿es esto correcto?

Ilustración gráfica de la felicidad de acuerdo al pensamiento estoico
La felicidad es el culmen del pensamiento estoico

¿La Eudaimonia como fin supremo?

En relación a lo anterior, parece que todo el patrón de acción anterior nos conduce a la felicidad, pero claro, ¿qué es la felicidad? La gracia de todo este flujo de pensamientos es que son objetivos porque pueden ser universales para todos. En otras palabras, podríamos definir el núcleo de acción anterior como un modus operandi categórico. El problema que se plantea aquí es qué entendemos por felicidad. Normalmente, se suele analogar con el hecho de sentirnos bien, a gusto. El quid de la cuestión es que cada uno busca o adquiere la felicidad de un modo diferente porque la naturaleza inmanente de la felicidad rezuma subjetividad.

Paralelamente, la felicidad es un estado de ánimo: alegría, diversión, jolgorio, euforia, etcétera. Los estados de ánimo son emociones, la felicidad es un estado de ánimo, ergo la felicidad es una emoción. Entonces, ¿tenemos que dosificar nuestras emociones para alcanzar otra emoción? Este es el problema del Estoicismo: cae en una contradicción entre lo que pretende evitar y lo que busca conseguir. La felicidad es subjetiva, y al igual que todo lo demás, la felicidad es efímera, perecedera. La felicidad se vive cuando se tiene, no se valora. Para ser exactos, se aprecia cuando somos infelices. ¿De verdad podemos tener una vida “ataráxica” si tenemos que estar en busca continua de una emoción tan cambiante? ¿Podemos ser así virtuosos?

Personalmente, creo que la felicidad está sobrevalorada. Además, la búsqueda de esta no es más que una distracción para tener la mente ocupada. Ningún mortal es feliz, y para más inri, hay personas que por las circunstancias jamás han sido o podrán serlo. La conclusión que se puede esgrimir es que la felicidad eterna solo genera insatisfacción permanente. ¡Qué curioso! ¿Cómo una vida marcada por el incorformismo puede proporcionar paz y calma? ¡Estamos ante un oxímoron conceptual!

Ahora bien, podríamos concebir la felicidad como ese estado de ausencia de perturbaciones. Sin embargo, eso no es felicidad como tal, sino neutralidad o estado zen. Por eso os decía al comienzo que no me identificaba del todo con esta doctrina. Personalmente, mi tendencia natural es dudar de todo aquel que afirma ser feliz, básicamente porque la felicidad en sí misma es un término ilusorio.

Yo planteo el razonamiento complementario, es decir, el objetivo de la vida no sería alcanzar la felicidad, sino reducir el nivel de infelicidad al máximo. De esta forma, es más fácil llegar a consorcio. El objetivo es convertir la mente “en una balsa” que navega pacíficamente por el agua. No debemos buscar la felicidad, sino la neutralidad. ¿Cómo lo veis ahora? ¿Os parece un estilo de vida apropiado? ¿Tenéis alguna alternativa?

Conclusión

A lo largo del post hemos cuestionado lo que somos, lo que nos rodea y cuál podría ser un modelo de vida a aplicar. La verdad es que aunque aún me queda mucho camino por recorrer, adoptar algunos aspectos de esta forma de pensar me han venido muy bien. Me tomo las cosas mucho mejor, soy más analítico y pienso más las palabras antes de decirlas. No me habría venido mal esto unos cuantos años atrás porque alguna que otra “pelotera” me habría evitado.

Adicionalmente, he puesto sobre el tapete algunas de mis antiguas creencias, hemos visto cómo he ido modificando la forma de ver las cosas y los motivos del por qué estos cambios. En la vida vamos cometer muchos errores porque, como humanos, somos seres imperfectos. Lo importante es saber rectificar para que en el futuro no vuelvan a suceder. Fijaros en mí, lo que pensaba antes y lo que pienso ahora. Como os digo, todavía me queda recorrido para mejorar. La filosofía que os he planteado puede ayudaros a que la vida sea, en cierto modo, un poco más fácil. ¡Recordad: todo el mundo miente y todo el mundo va a lo suyo!

Por último, hemos analizado algunos aspectos de la condición humana, tanto físicos como psicológicos. Hemos visto lo útil que es adoptar una postura escéptica ante lo que vemos y lo que nos dicen. Debemos ser analíticos, lógicos y no dejarnos llevar por nuestras emociones. Son cambiantes e irracionales, por ello, no garantizarán escoger la decisión correcta. Es una tarea difícil porque es una lucha interna constante y cuesta mantenerse firme. Para todo aquel que quiera intentarlo, le deseo mucha suerte. ¡Hasta la próxima!.

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