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Damas y caballeros, hoy os vengo a contar una historia muy interesante dentro del campo cientÃfico. El asunto que ahora nos ocupa es un tema que ya tenÃa pensado contar desde hace tiempo. Y teniendo en cuenta que ha llovido mucho desde la última vez que nos vimos las “faces”, me parece una buena oportunidad para hacerlo. Ha transcurrido bastante desde que traje el último post sobre ciencia: ¡más de siete meses! Es obvio que ya iba tocando. Asà que sin más dilación, vamos a conocer la historia detrás de Plutón: el planeta marginado del Sistema Solar.
Nos remontamos hasta 2006, año en el que la IAU (Unión Astronómica Internacional) tomó la decisión de degradar a Plutón del rango de planeta para convertirlo en un planeta enano. El susodicho dictamen desencadenó una revolución social a gran escala jamás vista. ¿Por qué Plutón dejó de ser un planeta? ¿Nos lo arrebataron debido a un complot organizado por los astrónomos? ¿O habÃa una razón de peso?
La cruel realidad es que da exactamente igual. Plutón y su status estuvieron envueltos desde su hallazgo en una gran polémica social y cientÃfica, factor de sumo interés, ya que nos permite darnos cuenta de hasta qué punto la sociedad es capaz de alterar el funcionamiento de una disciplina con unas bases tan sólidas como las que tiene la ciencia. ¡Menudo demonio! Asà las cosas, para poder comprender mejor todo este “tinglado astronómico” vamos a comenzar por el principio, es decir, por el descubrimiento de este astro.
El descubrimiento de Plutón
A comienzos del siglo XX el Sistema Solar estaba formado por un total de ocho planetas. Como ya comenté en posts anteriores, Neptuno habÃa sido el último planeta en unirse “a la fiesta” gracias a la predicción teórica que hizo el astrónomo francés Urbain Le Verrier (1811 – 1877). Si tenéis curiosidad acerca de su hallazgo podéis leerlo aquÃ.
A modo de resumen, este célebre exponente de la AstronomÃa se percató de que habÃa un gran desfase entre la órbita del planeta Urano, observable a nivel empÃrico, es decir, con uso de telescopios, y la que se obtenÃa como resultado teórico de los cálculos. De esta manera, supuso que existÃa otro planeta por detrás de Urano, que tiraba de él gravitacionalmente y que hacÃa que las piezas del puzle encajaran. Le Verrier, haciendo uso de las observaciones, estableció dónde debÃa encontrarse ese hipotético cuerpo celeste… ¡y el resto es historia!
Sin embargo, el paso de las décadas y el incipiente aumento del progreso cientÃfico permitieron tomar consciencia de que no todo encajaba tan bien como se creÃa. Tanto Neptuno como Urano seguÃan experimentando ligeras variaciones en sus órbitas. Fueron estas discrepancias la que motivaron al astrónomo estadounidense Percivall Lowell (1855 – 1916) a seguir el mismo planteamiento que Le Verrier y buscar un nuevo planeta. Asà las cosas, fue en 1905 cuando el cientÃfico propuso la existencia de otro nuevo planeta cuya gravedad estaba modificando las órbitas de Urano y Neptuno. Lowell llamó a este planeta como “el planeta-X”, que debÃa tener aproximadamente cerca de diez veces la masa de la Tierra.
Lowell hizo los cálculos teóricos y plasmó en que región del firmamento debÃa encontrarse este nuevo planeta. Cuando los astrónomos se pusieron manos a la obra, tristemente, no encontraron nada. Fue en 1930, cuando el observador Clyde William Tombaugh (1906 – 1997), desde el observatorio de Arizona, encontró un cuerpo celeste desviado seis grados de la posición teórica de Lowell. ¡Ahà estaba! “El planeta-X“ que todos estaban buscando ¡habÃa aparecido!
La noticia corrió como la pólvora. La euforia y el jolgorio eran extremos. ¡EEUU habÃa descubierto su primer planeta! El siguiente paso era escoger un nombre para el nuevo integrante del Sistema Solar. El observatorio tuvo que elegir de entre las diversas opciones. Finalmente, tras un intenso debate, se escogió un nombre propuesto por una niña de once años: Plutón. ¡A qué es increÃble! Además, como colofón, ese mismo año la compañÃa de Walt Disney bautizó al perro de su personaje más famoso: Mickey Mouse como Pluto (Plutón en inglés). A la vista está que los estadounidenses estaban muy orgullosos por su hallazgo astronómico. Y por ello, no iban a renunciar a él tan fácilmente.
El estallido de la polémica “plutoniana”
La realidad es que, a pesar de su gran fama y popularidad, el descubrimiento de Plutón y su status como planeta siempre estuvo inmerso por una vertiginosa lucha entre dos ambiciosos bandos: ¡sociedad y ciencia! A estas alturas, es evidente que la búsqueda estuvo motivada por la predicción matemática de Lowell, pero aún asÃ, su hallazgo estaba más motivado por la pura casualidad que por un procedimiento cientÃfico correcto. ¡Problema! Es más, Neptuno fue descubierto apenas unos meses después y con apenas un grado de error. ¡La diferencia entre ambos hallazgos era abismal!
Otro aspecto que también chirrió mucho a los astrónomos fue la naturaleza quÃmica del planeta. Plutón es de carácter rocoso, es decir, tiene una composición muy semejante a la de planetas como Mercurio, Venus o Marte. De ahÃ, su peculiar tonalidad amarilla, que lejos dista de los colores azules verdosos propios de sus vecinos: Urano y Neptuno. Y para colmo, su masa era muy similar a la de Marte, mucho más pequeña de lo estimado.
Además, para echar más leña al fuego, os diré que esto no es todo. La órbita descrita por Plutón es completamente anómala si se compara con la del resto de planetas del Sistema Solar. Su trayectoria se desvÃa en torno a 17 grados con respecto al plano orbital del resto de planetas, y aproximadamente, un tercio de su órbita está más cerca del Sol que la de Neptuno. En resumen, podrÃamos decir que Plutón era la oveja negra del rebaño.
Aún con todas estas incertidumbres, el pueblo habÃa hablado. ¡Plutón era el noveno planeta del Sistema Solar! La cosa se mantuvo asà hasta 1978, año en el que se encontró Caronte, el primer satélite de Plutón. Dicho descubrimiento reavivó de nuevo el debate. Muchos planetas cuentan con diversas lunas girando alrededor de ellos, hecho que parecÃa ser un punto positivo a favor de la naturaleza planetaria de Plutón. No obstante, Caronte incentivó su caÃda a un abismo del que nunca logró salir.
Midiendo la órbita del satélite, se pudo calcular con mucha más precisión la masa del planeta, resultando ser más pequeña que lo que detallaron las cálculos primigenios. Asà las cosas, se llegó a la conclusión de que Plutón era más pequeño que la Luna. Por otra parte, los estadounidenses lanzaron una sonda espacial desde Cabo Cañaveral en 1977, conocida como Voyager 2, que permitió cuantificar con mejor exactitud la masas de Neptuno y Urano. Los nuevos datos revelaron que las órbitas de sendos planetas se podÃan explicar sin recurrir a la existencia de otro planeta nuevo.
A este suceso se sumó el hallazgo de otros “Plutones”. Los astrónomos empezaron a sospechar de la existencia de un nuevo cinturón de asteroides más allá de la órbita plutoniana, que fue bautizado como el cinturón de Kuiper. A partir de 1992, comenzaron a avistarse “corpúsculos plutonianos” a mansalva. Por consiguiente, para el año 2000, se habÃan descubierto cerca de un centenar de nuevos cuerpos celestes en esta región espacial: Albión, Caos, Lempo, Varuna o Logos son algunos de los astros más importantes.
Aunque todos ellos eran de tamaño inferior a Plutón, la estadÃstica decÃa que a no mucho tardar hallarÃan uno que fuera más grande. Asà las coas, en 2005 se halló Eris, un planeta enano que es un 30% más masivo que Plutón. La velocidad a la que se encontraban nuevos cuerpos celestes, asà como la urgente necesidad de clasificarlos dio paso a uno de lo mayores escándalos jamás vividos en la ciencia. El enigma es evidente: ¿si Plutón es un planeta, aceptamos al resto también?
Toda esta controversia puso sobre la mesa una interesante cuestión: ¿qué es un planeta? La falta de una terminologÃa clara para el concepto puso en serios apuros a lo cientÃficos de la época. Por consiguiente, la IAU nombró en 1999 a un comité de expertos para que establecieran las caracterÃsticas que tenÃa que tener un planeta para ser considerado como tal.
Siguiendo el camino de baldosas amarillas
Tras el nombramiento de este consejo, parecÃa que “el dilema plutoniano” iba a llegar a su fin. Tristemente, no fue asÃ. El comité solamente se puso de acuerdo para discernir entre lo que serÃa un planeta y lo que serÃa una enana marrón. Si la naturaleza del cuerpo celeste conseguÃa fusionar deuterio se le consideraba enana marrón, y en caso contrario, planeta. Esa subdivisión permitió establecer una cota superior entre ambo términos, pero no una inferior. Por ello, el interrogante acerca de Plutón quedó sin resolver.
En vista de este gran éxito, la IAU nombró en 2004 a otro nuevo comité de cientÃficos para dar carpetazo al problema definitivamente. Dos años estuvieron debatiendo argumentos sin llegar absolutamente a nada. Por ello, se creó otro consejo más. ¡Es acojonante! La brecha clave de estas asambleas era que en vez de focalizarse en la definición de planeta, estaban más preocupados por qué hacer con el pobre Plutón. Si decÃan que no, es evidente que mucha gente se iba a cabrear, sobre todo, el populismo estadounidense. ¡La presión mediática social estaba impidiendo resolver la disputa!
Con todo ello, el comité tomó una decisión: para que un astro fuera considerado planeta debÃa ser un objeto que girase en torno al Sol, y además, el cuerpo debÃa cumplir la propiedad de equilibrio hidrostático, o lo que es lo mismo, que fuera esférico. En base a este consorcio, Plutón ¡sÃ! que serÃa considerado planeta, a costa de que también lo fueran Eris, Ceres y otros cuarenta objetos avistados en el cinturón de Kuiper. De este modo, el Sistema Solar iba a pasar de tener ocho planetas a tener más de cincuenta.
Llegados a este punto, se abre un debate interesante. En base a la ciencia, si un cuerpo cumple las propiedades de definición de planeta, se le considera como tal y “a correr”. Sin embargo, ¿qué tenÃa que decir la sociedad de esto? Es cierto que aprender nueve planetas no es complicado, pero aprender cincuenta… Sinceramente, ¡yo paso! Por ello, se creó un muro ideológico entre el ámbito social y el cientÃfico. ¡Ambas vertientes parecÃan alejarse!
Un final con sabor agridulce
Para resolver este problema, la IAU propuso aceptar solo doce planetas en el Sistema Solar. Asà las cosas, formarÃan parte de él los ocho planetas actuales junto con Plutón, Ceres, Eris y Caronte. No obstante, esto generaba una contradicción puesto que algunos de estos cuerpos no cumplÃan los criterios planetarios anteriormente citados. Ante esta situación, se incorporó una tercera clausula: la órbita descrita por el cuerpo debÃa estar limpia de otros cuerpos celestes. De esta manera, esta nueva definición, que fue aprobada en el año 2006, dejó fuera al conflictivo Plutón.
La degradación de categorÃa de Plutón se convirtió en noticia de inmediato, sobre todo en EEUU, ya que se habÃan quedado con cero planetas descubiertos. De hecho, el estado de California tachó a la conclusión de ruin y miserable, puesto que no tuvo en cuenta el impacto que iba a tener tanto en la salud fiscal del paÃs como en el estado psicológico de la nación. Adicionalmente, el estado de Nuevo México, hogar natal de Clyde William Tombaugh, también mostró su indignación al respecto y proclamó el 18 de marzo como “el dÃa de Plutón”. ¡Pura propaganda vamos!
Curiosamente, esta no fue la primera vez que se le degradaba a un cuerpo celeste su rango de planeta. En 1801, el astrónomo italiano Guisseppe Piazzi descubrió Ceres, citado anteriormente, entre Marte y Júpiter. Se convirtió en un planeta del Sistema Solar, al mismo tiempo que otros cuerpos como Juno, Pallas o Vesta, que forman el actual cinturón de asteroides. Lo realmente curioso es que de este astro nunca se ha escuchado ninguna polémica al respecto. ¿Por qué? Muy simple, porque jamás existió.
Conclusión
De este post hemos adquirido una enseñanza bastante interesante. La componente social y emocional fue la única responsable de todo el pifostio armado con Plutón. A dÃa de hoy, a casi veinte años de aquella decisión, el debate cientÃfico está más que solventado, aunque tuvo su reapertura en el año 2015 cuando el proyecto New Horizons, una misión espacial no tripulada de la NASA destinada a explorar Plutón, sus satélites y asteroides del cinturón de Kuiper, ofreció un Plutón muy interesante a nivel geológico, conquistando asÃ, al mundo entero. ¡La venganza se sirve en plato frÃo!
El jefe de la misión, Alan Stern, sigue insistiendo en reconsiderarle como planeta. Él y otros astrónomos consideran que la definición de planeta deberÃa adecuarse solo a las propiedades del cuerpo y no a su vecindad. Es más, se podrÃa cuestionar si Júpiter o Marte son planetas por la gran cantidad de asteroides que tienen en sus inmediaciones. Personalmente, creo que la IAU erró al intentar querer dar una definición que gustase a todos, ya que para gustos los colores. En otras palabras, defiendo a capa y espada el hecho de separar lo cientÃfico de lo cultural y social.
Al margen de cómo quedó el desenlace, la importancia de Plutón para la ciencia, y sobre todo, para el mundo de la AstronomÃa, es innegable. ¡Fue el primer cuerpo celeste que se halló del cinturón de Kuiper! Gracias a su naturaleza y geologÃa, se ha podido saber más sobre el Sistema Solar, sea o no sea un planeta. ¿Qué más se podrÃa pedir?