Título: Ronin Título original: Ronin Fecha de estreno: 25 de septiembre de 1998 Duración: 2h 01min Género: Acción y suspense Director: John Frankenheimer Guion: J.D. Zeik y David Mamet Reparto: Robert De Niro, Jean Reno, Natascha McElhone, Stellan Skarsgård, Sean Bean, Skipp Sudduth y Jonathan Pryce BSO: Elia Cmiral Recaudación: 70 millones USD Productoras: United Artists |
¡Muy buenas, chicos y chicas! Hoy volvemos a retomar la temática del séptimo arte para analizar una de las películas que causó un antes y un después en el mundo del cine. Seguramente, algunos de vosotros ya la hayáis visto porque es una película bastante conocida dentro del género de acción y suspense. Estamos hablando, nada más y nada menos, que de Ronin (1998).
Esta producción pertenece al género de “las películas incomprendidas”, ya que pese a tener un reparto de primera categoría, como Robert De Niro, Jean Reno, Sean Bean o Natascha McElhone, entre otros, y tener una idea de guion bastante interesante, no tuvo una aceptación inicial muy buena por el público. Sin embargo, la narrativa de la historia, y sobre todo, sus trepidantes escenas de persecuciones de coches, la han convertido tanto en una película de culto popular como en todo un símbolo dentro de su género. Esto mismo le ha pasado a otras películas como Blade Runner (1982) o El último Boy Scout (1991).
La historia que envuelve la elaboración de esta película también es muy interesante, no solo por la cantidad de desventuras que tuvieron que sortearse durante el rodaje, sino porque sus escenas de coches, el argumento y la oscuridad tanto de los personajes como de los planos en los que fue filmada, son puntos que influyeron en otras películas posteriores, así como en grandes sagas de videojuegos. ¡Calentad motores porque empezamos!
Para poder comprender la sutil simbología que hay detrás de esta película es importante conocer algunos aspectos clave de la cultura japonesa. A los antiguos guerreros o soldados nipones se les denominaba samuráis, y todos ellos tenían un amo para que el trabajaban. No obstante, había ocasiones en las que estos fieles luchadores perdían a sus dueños, lo cual, era visto como una deshonra y una señal clara de falta de compromiso con su trabajo. Por esa razón, estos hombres desprovistos de honor vagaban sin rumbo hasta que eran aceptados por otro señor o encontraban la muerte. Según la tradición japonesa, a todas estas “almas perdidas” se les llamaba ronin.
En la actualidad, esta profesión se asemeja al concepto de mercenario que todos conocemos, es decir, personas que ofrecen su vida y sus servicios al mejor postor a cambio de una contundente suma de dinero. Pues bien, en este contexto, es en el que se desarrolla la película que hoy comentamos. En un almacén abandonado de la ciudad de París, una activista irlandesa llamada Deirdre (Natascha McElhone), contrata a cinco hombres: Sam (Robert De Niro), Vincent (Jean Reno), Gregor (Stellan Skarsgård), Spence (Sean Bean) y Larry (Skipp Sudduth).
Todos estos hombres son militares retirados y ex agentes de las fuerzas especiales que, actualmente, trabajan como mercenarios. Cada uno tiene una habilidad concreta que desempeñar en el equipo. La chica irlandesa, que es la “jefa” del tinglado, les comenta que el objetivo de la misión es robar una maleta de contenido desconocido por medio de una emboscada bien planificada. Tras un desagradable desencuentro con unos traficantes, a través de los cuales, consiguen todas las armas, munición y recursos para llevar a cabo el plan… ¡comienza una búsqueda implacable para conseguir el maletín!
Conforme se desarrolla la trama, tendremos la oportunidad de ver planos y paisajes de algunas de las ciudades más prestigiosas de Francia en los años noventa. Nos adentraremos en el complicado mundo del crimen y del espionaje, de la mano de unas increíbles secuencias de disparos y persecuciones de coches que marcaron época. En resumen, nuestros protagonistas se enfrentarán a sicarios, pistoleros, terroristas, y como colofón, incluso a ellos mismos. Después de todo, los que pertenecen a “este mundillo” saben que todo hombre tiene un precio. Por consiguiente, siempre que hay duda es que no hay duda.
Bajo las órdenes del director estadounidense John Frankenheimer (1930 – 2002), se construyó un argumento bastante sólido a mano de grandes guionistas como J.D. Zeik y David Mamet. Además, se les exigió que tuviera una ambientación y estilo de narrativa muy clásico, es decir, al grano y “sin medias tintas”. Y aquí, es donde surge el primer inconveniente de esta película: la ausencia de inspiración para dosificar el suspense en relación a ciertos personajes, así como sus motivaciones, que no quedan demasiado claras. Esto ha derivado en que, en algunos puntos, la historia sea algo incomprensible a pesar de su sencillez. En otras palabras, es de esas películas a las que un revisionado no le viene nada mal.
Uno de los puntos más fuertes y atractivos que posee esta producción es la unificación de una ambientación fría y sombría con unos personajes que rezuman conducta siniestra y misterio. En este sentido, el director, quiso que los actores seleccionados para interpretar cada uno de estos roles, al menos los principales, no fueran personas desconocidas, como sucedió por ejemplo con el papel de Tobey Maguire en Spider-Man (2002). En este caso, fue todo lo contrario. Se exigió que fuesen actores con tablas en este tipo de papeles.
Así las cosas, para interpretar a los dos protagonistas del filme: Sam y Vincent, se escogieron a Robert De Niro y Jean Reno, respectivamente. Recordemos que De Niro ya había rodado diversos thrillers que mezclaban acción y suspense. Algunas de sus películas más aclamadas dentro del género son El padrino. Parte 2 (1974), Taxi Driver (1976), Heat (1995), etcétera. En resumen, que tablas tenía más que de sobra.
En cuanto a Jean Reno se refiere, su filmografía no estaba tan desarrollada como la de nuestro amigo Robert. Sin embargo, ya se había hecho su hueco tanto en la industria cinematográfica como en los salones de Hollywood. Por aquel entonces, ya había rodado la primera entrega de Misión Imposible (1996). De hecho, en el mismo año en el se estrenó Ronin, sería también lanzada otra de sus películas de ciencia ficción más conocidas: Godzilla (1998). Y como colofón, dos años más tarde, estrenaría otro de sus mejores trabajos: Los ríos de color púrpura (2000).
La verdad es que poco puedo decir de las interpretaciones que ofrecen estos dos actores, ya que en los años ochenta y noventa ambos estaban en los puntos más altos de su carrera. El personaje de Sam representa a un exmilitar retirado que ahora se dedica a realizar trabajos clandestinos para poder seguir adelante. Seguridad, desconfianza e inteligencia son las características que mejor definen a su personaje.
Es un hombre listo, escéptico, buen estratega, tiene grandes habilidades al volante y cuenta con un pasado bastante misterioso. Estos hechos se ven reflejados en escenas como la de los traficantes de armas, la “emboscada” que le tiende a Spence con la taza de café o la magistral persecución en coche por las calles parisinas.
Los motivos por los que acepta el trabajo de la maleta van mucho más allá del dinero. ¡Os dejarán con la boca abierta! Además, nos deja frases muy interesantes para el recuerdo: “siempre que hay duda es que no hay duda”, “yo nunca entro en un lugar del que no sé cómo salir”, “o formas parte del problema o de la solución, y sino; formas parte del paisaje”, o “ya no me acuerdo” son algunos de sus momentos más estelares.
Seguidamente, tenemos al personaje de Vincent al que da vida el actor francés Jean Reno. No se sabe mucho sobre su pasado ni sus anteriores trabajos. En cuanto a personalidad se refiere, es un personaje marcado por mantener una conducta serena y estoica ante los hechos, es decir, muestra un patrón moral muy zen. ¡Jamás se le ve perder el control! Paralelamente, muestra una forma de ser mucho más amigable y afable que la de su coprotagonista Sam, pero es algo más confiado y temerario que él. Además, tiene en su poder todo tipo de contactos para conseguir todo cuanto se necesite. ¿Quien no querría un amigo así?
El resto de personajes podríamos englobarlos en el grupo de personajes secundarios, pese a que todos ellos tienen algún momento de gloria en la pantalla. Así las cosas, en primer lugar tenemos a Deirdre, Gregor, y Larry, interpretados por Natascha McElhone, Stellan Skarsgård y Skipp Sudduth, respectivamente. Deirdre es la jefa del equipo y la que lidera en todo momento qué estrategias aplicar. Es una mujer joven, atractiva y bastante arisca, al menos al principio. Lo más interesante de su personaje es la capacidad que tiene para operar tanto en “el equipo del bien” como en “el equipo del mal” sin pertenecer a ninguno de ellos. En resumen, la interpretación que ofrece Natascha McElhone es bastante convincente.
En el grupo de personajes tramposos también tenemos a Gregor (Stellan Skarsgård). Este mercenario es el “experto tecnológico” del equipo. Él coordina toda la operativa de geolocalización y planes de fuga. La diferencia entre su personaje y el de Deirdre está en que uno de los dos traiciona por obligación y el otro por voluntad y avaricia. Ahora bien, ¿cuál es cuál? El carácter de Gregor es de un hombre introvertido y reservado. Además, cuenta con muy buenos reflejos.
Al igual que ocurre con otros personajes del filme, la frialdad emocional es el símbolo distintivo de sus acciones. Mención especial merecen algunas frases que también han pasado a la memoria del público. En este contexto, diálogos como “los reflejos nunca se pierden” o “debería haberte desnudado” son algunos fragmentos de sus textos que se han quedado grabados en la mente de los espectadores.
Larry es “el cocinitas” y piloto del equipo. Además, es un conductor de primera categoría tanto en la película como en la vida real. De hecho, a modo de curiosidad, es el único de los personajes que conduce de verdad en las escenas de persecución. ¡Flipante! No se puede decir mucho más sobre él porque más allá de las secuencias de conducción no tiene diálogos especialmente reseñables. ¡Nos deja momentos apoteósicos al volante de su Audi S8!
A continuación, tenemos al personaje de Seamus O’Rourke, interpretado por el respetado actor Jonathan Pryce. Es el principal antagonista de toda la historia representada en Ronin. Seamus, de nombre en clave: “el hombre de la silla de ruedas”, es un terrorista de procedencia irlandesa, al igual que Deirdre, y tiene como objetivo encontrar la maleta, robar su contenido y venderlo para conseguir una gran cantidad de beneficios. Es el jefe de Deirdre y es, por tanto, el responsable de orquestar toda la operativa del hurto de la maleta. La evolución de la película sugiere alguna trama oculta que vincula a Sam y Vincent con Seamus…
Por último, y no menos importante, dejo para el final el personaje que para mí es el gran error de esta cinta, al menos en lo que a cuestiones de reparto se refiere: el personaje de Spence (Sean Bean). No hay mucho que decir de este hombre, más allá de que es un “militar traumatizado” que no para de alardear de sus méritos. Él se define como “un hombre de armas” porque son muy útiles para resolver disputas.
Sin embargo, detrás de esa arrogancia y meritocracia abusiva se encuentra un fraude que pone en peligro constante al equipo. Sus diálogos son malos y su participación pésima. El rol de Spence es un auténtico desperdicio, y más aún, si es interpretado por un actor de primerísima categoría como es Sean Bean, que cuenta con grandes producciones a sus espaldas como Juego de patriotas (1992), GoldenEye (1995), El señor de los anillos: La comunidad del anillo (2001), La búsqueda (2004), La isla (2005), The Martian (2015), etcétera.
Uno de los aspectos más interesantes de la película Ronin es la calidad que desprende tanto en el ámbito visual como en el sonoro. Es una producción que recupera el espíritu del cine de suspense propio de los años setenta y ochenta. ¡Ese es uno de los puntos que, para mi gusto, la hacen tan atractiva! Recupera las fórmulas del thriller clásico sin recurrir a giros “copernicanos” de argumento ni a planos excesivamente rebuscados.
Las secuencias nocturnas por París o los primeros planos aéreos de ciudades como Niza son algunos ejemplos de las afirmaciones anteriores. John Frankenheimer quiso hacer honor a la popular leyenda japonesa de los 47 ronin, es decir, samuráis sin dueño que fueron traicionados, y tras vengarse, eligieron el camino del honor, suicidándose antes de ser guerreros desprovistos de propósito. De un modo similar ocurre con los mercenarios de esta película. Viven con su soledad, no hacen preguntas, no reciben respuestas y su forma de vida es el anonimato absoluto. Esa aura de misterio y misticismo alrededor de los personajes es, precisamente, lo que hace que la película tenga una percepción tan clásica.
Aparte de toda la ambientación, que como se puede observar es impresionante, mención especial tienen que recibir las secuencias de persecución en automóviles que vemos en el metraje. Estas escenas constituyen uno de los puntos más fuertes de esta cinta. De hecho, todas han sido reconocidas como las mejores persecuciones de coches grabadas en la historia del cine. ¡Menudos planos capturó John Frankenheimer!
Lo más destacado es que no se recurrió a CGI ni a efectos pomposos o baratos de computadora. Fueron totalmente reales, y por ello, han llenado nuestros hogares con unas dosis de entretenimiento y nostalgia que muy pocas obras dentro del género han logrado. Además, las secuencias de tiros y explosiones también te dejan sin aliento. No os imagináis ni por asomo de la gran cantidad de recursos y extras en los que se tuvo que invertir para hacer las escenas de acción en esta película. La finalidad era clara: Frankenheimer quería… ¡el mayor realismo posible!
En líneas generales, se puede decir que a la producción de Ronin le han sentado muy bien los años en casi todos los planos donde se requirió algún efecto digital, y digo casi todos, porque sí que es cierto que hay cierta secuencia donde sale “un humo” para “simular” el efecto de fricción de los neumáticos revolucionados contra el asfalto que, cuando la ves, te sorprendes de lo poco cuidada que está.
Para terminar este apartado, hay que alabar también el trabajo realizado por el compositor de la banda sonora de esta película: Elia Cmiral. La verdad es que resulta increíble como unas melodías que no son excesivamente complejas pueden quedar tan bien en el flujo de la narrativa. En este sentido, Frankenheimer le especificó que la música debía ser tétrica y con ciertos momentos de tensión, sobre todo, para el ámbito de las persecuciones. Adicionalmente, el requisito funcional básico que se le exigió a Cmiral, para recibir el visto bueno, fue que la banda sonora debía ser triste y melancólica.
Por este motivo, Elia compuso varios fragmentos en los que el instrumento que se utilizó como base sonora principal fue el duduk. Así las cosas, la música que se escucha para reflejar esa oscuridad sombría de la atmósfera argumental, así como la referencia a la cultura oriental japonesa y al drama que envuelve el concepto de los ronin, explican el uso de este instrumento de viento.
También se debe enfatizar el trabajo que realizaron los artistas de sonido para simular los efectos de disparos, explosiones y sonidos de los motores revolucionados durante las escenas de persecuciones, siendo el ejemplo último, el más destacado. ¡Qué forma de capturar la velocidad y la potencia de los motores!
La película de Ronin es, al igual que otras muchas que se han analizado en este blog, un filme que tiene bastantes cosas curiosas en torno a su elaboración. A continuación, voy a ir comentando algunas de las que me han parecido más interesantes. En primer lugar, comenzamos por la focalización del guion en la obtención de una maleta de contenido desconocido. La cosa es que conforme avanza la historia, se nombra una y otra vez, pero no se sabe nada certero sobre su contenido hasta el final de la película. ¿Por qué sucede todo esto?
Pues bien, John Frankenheimer trabajó en diversas ocasiones con el célebre director de cine Alfred Hitchcock (1899 – 1980). Esto es muy importante, puesto que este “modus operandi” lo aprendió de él. En la cultura del séptimo arte este recurso se conoce como MacGuffin. A groso modo, se refiere a un objeto, personaje o situación que mueve la trama de la película, pero cuya verdadera naturaleza o importancia dentro del contexto de ésta puede ser vaga o secundaria. La piedra filosofal, el anillo único, el arca perdida, el billete dorado de la fábrica de chocolate de Willy Wonka, el diamante de la pantera rosa, entre otros, son ejemplos de este tipo de recurso.
Otro aspecto muy interesante de la película es que, tanto John Frankenheimer como Skipp Sudduth tenían mucha atracción por la automoción. ¡Eran pilotos de verdad! Por este motivo, el director sabía muy bien cómo capturar unos planos de conducción que fuesen muy realistas. De hecho, Sudduth fue el único actor que condujo realmente durante la película. ¡El resto fueron doblados por pilotos profesionales!
Cuando vemos la película, obviamente todos decimos que las secuencias son una genialidad de otro mundo. Sin embargo, el montaje que ve el espectador en la gran pantalla dista mucho de como fue inicialmente. La primera persecución que vemos en la película donde luchan el Audi S8 y el Mercedes-Benz 450 SEL 6.9 contra un Citroen XM V6 tuvo un rodaje de cinco días.
Lo peor de todo fue que al terminarla, a Frankenheimer el resultado le pareció tan infame que despidió a los actores dobles y metió a auténticos pilotos de carreras, como es el caso de Jean-Claude Lagniez. Es más, Frankenheimer aceptó la propuesta de Skipp Sudduth de dejarle conducir, aunque este se lo dejó claro al actor: “si estrellas el coche, no cobrarás nada. Y no quiero ver encenderse ni una luz de freno”. ¡Qué tensión!
Lejos de conformarse con haber logrado una de las piezas clave de la cinta, Frankenheimer subió el listón todavía más, ya que viajó a París para grabar otra más, todavía más larga, intensa y salvaje que la primera. Además, sin entrar en detalles excesivos, lo bueno de esta secuencia es que tiene lugar en una fase de clímax argumental perfecto.
Dado el éxito que tuvo la primera persecución, Frankenheimer puso en manos de Lagniez toda la planificación de la compleja secuencia. El piloto, ante ese gesto de cortesía, decidió crear un equipo de especialistas nuevo desde cero, compuesto únicamente por pilotos de carreras como él. Esta persecución implicó a cerca de cien conductores, todos ellos con experiencia en competición, y muchos de ellos en activo por aquel entonces. Uno de los primeros convocados fue Michel Neugarten, compañero de Lagniez, que tomó los mandos del BMW.
En el rodaje se utilizaron varias unidades del BMW y del Peugeot 406. Dos de estas réplicas estaban desprovistas de motor, creadas para obtener planos generales del habitáculo con todos los actores a bordo. Estas carrocerías iban remolcadas por otros vehículos, que eran Mercedes-Benz E500 W124, el mismo modelo que se usó en Taxi (1998), de Luc Besson, para representar los coches antagonistas. Si tenéis curiosidad, en este enlace os dejo el making of de la película.
Además, se procuró que los vehículos usados fueran ediciones británicas, es decir, con los volantes a la derecha. De esta manera, los especialistas, sentados a ese lado y fuera del plano de la cámara, conducían los coches llevando como copilotos a los actores. Esto explica las caras y gestos de sufrimiento que tenían Robert De Niro y Natascha McElhone. Iban agarrados a un volante ficticio figurando como conductores extraordinarios cuando, en realidad, no eran más que los copilotos. Y a esto, también hay que sumar la labor de Jonathan Pryce, que debió pasarlo igualmente mal en el asiento posterior del BMW.
Las últimas escenas de la secuencia, donde los coches corren por un tramo de autovía en contradirección, se rodaron en una sola mañana de febrero con un permiso especial de tan solo cinco horas. Los pilotos auxiliares formaron una oleada de coches circulando a unos 55 km/h, repartidos estratégicamente entre todos los carriles de la autovía a fin de crear huecos para que, Lagniez con el Peugeot y Neugarten con el BMW, pudieran pasar esquivándolos a 160 km/h. ¡Todo un pasote!
En relación a lo que he comentado al principio del post, las secuencias de conducción de Ronin sirvieron como inspiración a otras películas del género. En este contexto, la temática y bases de estas persecuciones tan frenéticas las hemos podido ver en otras películas posteriores, como por ejemplo, la saga Bourne (2002 – 2016). ¿Os acordáis de la parte en la que Jason Bourne es perseguido en un taxi por las calles de Moscú? Todas estas magnificas escenas, dirigidas por el magistral director británico Paul Greengrass son, indudablemente, otro arquetipo del cine moderno.
Es casi seguro que muchos de vosotros, sobre todo el público masculino, conocéis la famosa saga de videojuegos de conducción Burnout, lanzada por la compañía Electronic Arts en el año 2001. Pues bien, la temática de estos juegos también se inspiró en las persecuciones de esta película. ¡Fijaros el impacto mediático que tuvieron! A modo de curiosidad, en este enlace os dejo cómo fue el origen de esta famosa saga de videojuegos.
Para dar por finalizado este apartado, quería mencionar otro dato muy curioso de este metraje. La película cuenta con un final alternativo en el que sale Deirdre siendo raptada por unos agentes, probablemente del IRA, con el fin de matarla por haber cometido traición. Sin embargo, este fragmento no salió en el montaje final, dado que Frankenheimer quería dejar un desenlace más abierto y con cierto aura de misterio.
Ronin es una película que pese a tener unos cuantos años a su espalda, sigue dejando buenas impresiones con cada nuevo visionado. Un buen director, como es John Frankenheimer, nos dejó una producción bastante bien hilada en todos los sentidos, pero con ciertos defectos momentáneos de trama que incluso a día de hoy siguen desconcertando. Aun así, es un filme que hace disfrutar al espectador desde el principio hasta el final, y claramente, eso también debe ser tenido en consideración.
No es que sea una película sobresaliente porque dista mucho de serlo, si tenemos en cuenta lo que ofrece, en cuanto a cómputo global se refiere. Sin embargo, nos da claras enseñanzas de cómo se debe rodar, de cómo se deben capturar planos espectaculares y de cómo hay que jugar con ellos para conseguir secuencias que sirven para convertir la película en un referente del género pese a sus fallos.
En este sentido, Ronin supo “llevarse el gato al agua” y consiguió marcar tendencia. Sin un atisbo de duda, Frankenheimer dio una gran lección tanto a los directores del momento como a los de ahora, ya que pese a los recursos que hay en la actualidad, creo que muchos cineastas no saben cómo generar acción de calidad. Así las cosas, con escenas plagadas de artesanía, un elenco de actores de primera categoría y una narrativa clásica donde todo el mundo tiene algo que proteger, y algo por lo que luchar, la terminan convirtiendo en una pieza cinematográfica muy digna de recuerdo. Las viejas historias nunca pasan de moda, o lo que es lo mismo… ¡Ronin es un espectáculo asegurado!
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