Título: Indiana Jones y la última cruzada Título original: Indiana Jones and the Last Crusade Fecha de estreno: 24 de mayo de 1989 Duración: 2h 07min Género: Aventura Director: Steven Spielberg Guion: Steven Spielberg y Jeffrey Boam Reparto: Harrison Ford, Sean Connery, Alison Doody, Denholm Elliott, Julian Glover, John Rhys-Davies, Michael Byrne y River Phoenix BSO: John Williams Recaudación: 474,1 millones USD Productoras: Lucasfilm y Paramount Pictures |
¡Qué hay de nuevo chicos y chicas! Hoy vamos a comentar el tercer episodio de la saga de correrías de nuestro arqueólogo favorito. ¡Qué ganas! A finales de los ochenta, el cine nos regaló una de esas aventuras que hacen que quieras comprarte un sombrero fedora, practicar con un látigo (aunque termines rompiendo la lámpara del salón) y soñar con encontrar tesoros ocultos en catacumbas polvorientas: Indiana Jones y la última cruzada (1989). Steven Spielberg y George Lucas nos invitan a acompañar al arqueólogo más carismático del séptimo arte en una misión que mezcla acción, misterio, nazis malhumorados y, cómo no, la eterna búsqueda del Santo Grial.
En esta crítica no solo repasaremos el argumento que nos lleva desde desiertos abrasadores hasta castillos medievales, sino también a los personajes que dan vida a esta travesía, los efectos visuales que aún hoy sorprenden, la música épica de John Williams que convierte cada escena en una leyenda, y esas curiosidades de rodaje que hacen que quieras volver a verla con otros ojos. Además, veremos cómo reaccionó la crítica de la época y cuánto recaudó esta joya del cine de aventuras. Así que ajustad vuestro sombrero, tened cuidado con las serpientes y acompañadme en este recorrido por esta película, considerada por muchos… ¡la mejor entrega de la saga de Indiana Jones!
En Indiana Jones y la última cruzada, la aventura adquiere un matiz más íntimo. El célebre arqueólogo no solo emprende la búsqueda del Santo Grial, sino que también se ve obligado a enfrentar un reto mucho más profundo: su conflictiva relación con su padre. La película entrelaza persecuciones vibrantes, misterios cargados de historia y un humor siempre oportuno, logrando un equilibrio que sostiene la tensión y la emoción.
Al final, el viaje se transforma en un doble relato: la exploración arqueológica y la reconciliación familiar. Todo ello descansa en un guion de Jeffrey Boam (1946 – 2000), cuya propuesta marcó una época dentro del cine de aventuras, así como en la excelente contribución y dirección de Spielberg.
La película arranca con un prólogo delicioso en 1912, donde vemos a un joven Indy, al que dio vida el difunto River Phoenix (1970 – 1993), estrenar látigo, cicatriz y sombrero. En esta escena, lo vemos enfrentarse a una banda de ladrones de reliquias, siendo la Cruz de Coronado, la pieza de más valor. Es una secuencia que condensa el ADN del personaje y explica por qué siempre parece moverse entre la épica y el desastre. ¡Buena forma de empezar!
Años después, con Harrison Ford de nuevo en escena, lo vemos recuperar la cruz de la discordia y demostrar que su lema es tan simple como obstinado: “debería estar en un museo”. La llamada a la aventura llega cuando el millonario Walter Donovan (Julian Glover) le ofrece buscar el Santo Grial, es decir, el cáliz que uso Jesucristo en la última cena.
A priori, Indiana declina… hasta que descubre que, anteriormente, su padre: Henry Jones Sr, al que dio vida el también fallecido Sean Connery (1930 – 2020), estuvo investigando antes de desaparecer misteriosamente. Entonces, aparece en escena el diario del Grial, un cuaderno lleno de pistas, obsesiones y garabatos académicos que se convierte, a modo de macguffin, en el motor narrativo de toda la película.
Así, nuestro arqueólogo-profesor favorito vuelve a verse arrastrado a una investigación que lo conduce desde bibliotecas repletas de enigmas hasta desiertos que parecen sacados de una epopeya. Y, cómo no, los nazis regresan al tablero, empeñados en alcanzar la inmortalidad a cualquier precio.
En el camino se cruzan personajes tan nuevos como inolvidables: el erudito y meticuloso Henry Jones Sr (Sean Connery), la enigmática Elsa Schneider (Alison Doody), una historiadora tan brillante como peligrosa; el implacable general Vogel (Michael Byrne), rostro férreo de la maquinaria nazi; y el ambicioso Walter Donovan (Julian Glover), cuya amabilidad inicial oculta intenciones mucho más oscuras.
Junto a ellos, Spielberg recupera algunos viejos conocidos de En busca del arca perdida (1981). Entre estos personajes caben destacar: el entrañable y algo despistado Marcus Brody, interpretado por el siempre recordado Denholm Elliott (1922 – 1992), y el carismático Sallah (John Rhys-Davies), que vuelve a brillar como uno de los aliados más fieles de Indiana.
Durante el desarrollo de la trama seremos espectadores de un viaje visual sin parangón que va de las catacumbas sumergidas de Venecia a los desiertos infinitos de Jordania, pasando por castillos medievales, bibliotecas centenarias y cañones que parecen esculpidos para la leyenda. Cada escenario servirá de telón de fondo a secuencias de acción memorables: lanchas a toda velocidad entre góndolas, huidas imposibles en zeppelin, persecuciones de tanque en pleno desierto y pruebas templarias que ponen a prueba tanto la astucia como la fe, etcétera.
En definitiva, el argumento de Indiana Jones y la última cruzada se construye como una road movie arqueológica que mezcla épica, humor y emoción. Una historia que avanza con ritmo trepidante, que sorprende con giros ingeniosos y que deja un mensaje claro: a veces, el verdadero hallazgo no está en el objeto que buscamos, sino en el camino que recorremos para llegar hasta él.
En el metraje que hoy nos ocupa, cada personaje es una pieza fundamental de la aventura. Desde el intrépido arqueólogo y su excéntrico padre hasta aliados leales y villanos despiadados. Todos contribuyen a tejer una historia de acción, misterio y humor. Las decisiones, emociones y enfrentamientos de cada uno, no solo mueven la trama, sino que también dan vida a los momentos más memorables de esta épica búsqueda del Santo Grial.
Al igual que en las dos precuelas, comenzamos nuestro análisis con el querido Indiana Jones. Una vez más, el intrépido arqueólogo se erige como el corazón y motor de la aventura. Valiente, ingenioso y a veces testarudo, Indy combina acción y humor con una inteligencia que lo salva en los momentos más críticos.
Desde la persecución en el desierto hasta la confrontación final en el templo del Grial, cada desafío refleja su mezcla de astucia, coraje y humanidad. Lo más destacado de la interpretación de Harrison Ford en esta entrega es el desarrollo de su lado más cómico, que aporta ligereza y carisma frente al tono más serio y oscuro de las películas anteriores. Escenas como “el repaso” que le pega a Vogel por no tener billete o los diálogos con su padre son algunos de los momentos más recordados.
Sin embargo, la secuencia más memorable es la que enfrenta a Indiana con las tres pruebas que protegen el cáliz sagrado. Momentos como el de: “el penitente se humilla, se arrodilla ante Dios… ¡arrodíllate!”, justo antes de esquivar dos mortales sierras circulares, o aquel en el que Indy realiza “un salto de fe”, muestran la mezcla perfecta de tensión y genialidad del personaje. También destaca la elección del Grial correcto, cuando dice: “esta es la copa de un carpintero”, reconociendo que tanto Jesucristo como su padre, san José, pertenecían a ese gremio según los dogmas y pasajes cristianos. Cada prueba combina astucia, conocimiento y fe, consolidando a Indy como un héroe tanto cerebral como valiente.
Para cerrar el repaso a nuestro protagonista, merece una mención especial la interpretación de River Phoenix como el joven Indiana Jones. Su aparición, breve pero contundente, en la secuencia inicial permite descubrirnos al héroe en ciernes: curioso, audaz y con un ingenio que ya anticipa la personalidad adulta del arqueólogo. A través de su actuación concisa, pero muy bien elaborada, Phoenix consigue transmitir los valores y la determinación que marcarán el carácter de Indy. A pesar de sus escasos minutos en pantalla, destacan la primera caza de la Cruz de Coronado y la espectacular huida del culto rival, un prólogo que no solo engancha, sino que establece con maestría el espíritu aventurero que definirá al personaje.
Seguidamente, es el turno de Henry Jones Sr, alias el padre de Indiana. Fue interpretado por el todavía joven Sean Connery. Su personaje se asemeja a la figura de un erudito rígido, meticuloso, incluso algo excéntrico, pero cuya sabiduría y amor por su hijo emergen en los momentos más inesperados. Después de todo, Indy lo define como: “un ratón de biblioteca que no sirve para trabajo de campo”. Su relación con Indiana aporta humor y emoción, convirtiéndose en el eje emocional de la película. Escenas memorables incluyen sus intercambios cómicos en el castillo y el tenso, pero emotivo, llamado final en la cámara del Grial.
En este sentido, creo que este es el gran error de la película. Por ecuanimidad, puedo decir que de todos los compañeros de aventuras de Indy, quizá su padre es el menos “incómodo”. Sin embargo, el personaje está bien construido, demasiado diría yo. En el transcurso de la historia, son varias veces las que siento que el propio Indiana se ve eclipsado por la figura de su padre. De hecho, muchos consideran que Sean Connery y su interpretación son lo mejor de esta tercera entrega. ¡Un poco desconcertante! ¿No?
No hay que olvidar la ingente cantidad de momentos cómicos que salpican la historia. Uno de los más recordados ocurre cuando padre e hijo se encuentran por primera vez en pantalla y Connery dice con esa mezcla de sorpresa, ironía y afecto: “¿Junior?”. Otro instante memorable sucede cuando el general Vogel apunta a Elsa Schneider con un arma y, estando al tanto de su traición, exclama: “está con ellos, es nazi, mátela”, evidenciando que si “le da pasaporte” sería un gran alivio.
La ironía se multiplica cuando Indy le pregunta cómo sabía que Elsa era nazi, y el padre responde que lo sabe porque habla en sueños, insinuando que se ha acostado con ella, justo después de que Indiana también lo ha hecho. Por último, hay un guiño cómico y entrañable cuando Elsa dice: “no puedo olvidarlo, fue maravilloso”, mirando a Indy, y el padre replica con complicidad: “sí, fue maravilloso”. Cada uno de estos momentos aporta humor y calidez, reforzando la química entre los personajes sin restar tensión a la aventura.
Paralelamente, hay momentos que destacan por su ingenio visual y su efecto cómico-dramático, como la inolvidable secuencia en la que padre e hijo, maniatados, giran sin control dentro de una chimenea mientras la sala arde en llamas. O aquella otra en la que, al sentarse en una silla aparentemente inofensiva, el padre activa por accidente un mecanismo secreto e Indy acaba precipitándose por unas escaleras ocultas. Pequeñas joyas de puesta en escena que mezclan tensión, humor y espectacularidad a partes iguales. Así las cosas, proverbios como: “nuestra situación no ha mejorado” o “a veces me siento a pensar… y la solución se presenta sola” han pasado a la posteridad.
Continuamos el análisis de personajes con Elsa Schneider, interpretada por Alison Doody. ¡Vaya “mujerón”! Encanto y peligro se fusionan en su personaje. Inteligente, historiadora brillante y altamente atractiva, claros motivos por los que Indiana se fija en ella. Su ambición la lleva a engañar, traicionar y manipular, convirtiéndola en una presencia tan fascinante como peligrosa. ¡Ese es el hincapié del personaje!
Elsa añade tensión y misterio a cada escena en la que aparece, desde su primer encuentro en Venecia hasta la dramática caída en el templo del Grial, dejando claro que detrás de su encanto siempre hay un juego de poder y duplicidad. En resumen, este personaje funciona como un arquetipo femenino clásico: combina belleza, capaz de atraer y desviar al protagonista, con una moralidad ambigua que puede ponerlo en peligro. Atentos a las “conmovedoras” palabras que le dedica Indy: “desde que te conozco casi me han incinerado, ahogado, disparado y convertido en carnaza”. En otras palabras, una mujer no apta para cardiacos.
Es un ejemplo similar a los perfiles psicopáticos de Catherine Tramell en Instinto básico (1992) interpretada por Sharon Stone, o Alex Forrest en Atracción fatal (1987) encarnada por Glenn Close, figuras que combinan atractivo y manipulación para generar tensión narrativa.
El siguiente en la lista es, ni más ni menos, que Walter Donovan: el villano central de la trama. No se puede decir mucho de él sin arruinar sorpresas, pero lo poco que se puede revelar resulta valioso… y nada bueno. Su ambición desmedida y su capacidad para manipular a quienes le rodean le convierten en una amenaza constante, un personaje que representa la codicia y el peligro inherente a la búsqueda del Santo Grial.
Calculador y traicionero, Donovan es un antagonista cuya ambición desata algunos de los momentos más peligrosos de la historia. Su obsesión con el Grial lo conduce a una caída tan literal como metafórica, que queda grabada en la memoria del espectador. Su escena más recordada es, precisamente, su muerte: un destino inevitable para hombres de su calaña y, al mismo tiempo, una muestra brillante de la evolución de los efectos especiales de la saga, capaces de convertir la codicia en un espectáculo visual inolvidable.
Además, Donovan nos deja un sabio consejo exprés con la inolvidable advertencia: “¿no le dije que no confiara en nadie, Dr. Jones?”. Y, aunque suene masoquista, una de sus escenas más potentes llega cuando dispara al padre de Indiana, desencadenando un diálogo clave: “si muere no podrá salvarle. El poder curativo del Grial es lo único que puede salvar a su padre. Es hora de que se pregunte en qué cree usted”. Con estas palabras, obliga a Indy a enfrentarse a sus propias convicciones y a dar el salto hacia lo desconocido, contraponiendo la fe en lo místico y legendario con la visión empírica y racional que siempre había guiado sus anteriores “cruzadas”.
Ahora es el turno de los personajes secundarios. Y para empezar, nada mejor que las dos participaciones heredadas de la primera entrega: Marcus Brody y Sallah. En el caso de Marcus, interpretado por Denholm Elliott, lo vemos prácticamente igual que en En busca del arca perdida, aunque con un poco más de desarrollo.
Colega y amigo de Indy, su carácter despistado, pero entrañable, lo convierte en el contrapunto cómico y humano de la saga. Entre sus momentos más icónicos destacan el instante en que queda atrapado durante la persecución del tanque y sus nerviosas interacciones con los nazis, que sacan a relucir tanto su torpeza como su simpatía. Uno de los mejores pasajes llega cuando Elsa descubre que las páginas arrancadas del cuaderno del Grial se las ha dado Indy a Marcus.
Indy, con su característico ingenio, replica con una de las citas más memorables de la película: “no esté tan seguro, lleva dos días de ventaja y eso es más de lo que necesita. Brody tiene amigos en todos los pueblos de aquí a Sudán. Conoce sus costumbres, habla una docena de lenguas, se mezcla con el pueblo. Desaparecerá y no volverán a verle nunca más. Con un poco de suerte tendrá ya el Grial en su poder”. La ironía alcanza su punto álgido en la escena inmediatamente posterior, cuando descubrimos a Marcus “más perdido que Hitler en una sinagoga”, rompiendo en carcajadas cualquier expectativa épica que Indy había levantado.
En cuanto a Sallah, su participación en esta entrega es menor en comparación con la primera, y sus diálogos tienden a ser más difusos y ligeros. Sin embargo, la esencia del personaje permanece intacta: un aliado leal y entrañable de Indiana, cuya valentía y sentido del humor aportan tanto fuerza física como camaradería. Entre sus momentos más icónicos destacan su colaboración en el rescate del padre de Indy y su ayuda durante la trepidante persecución del tanque en pleno desierto, recordándonos por qué sigue siendo uno de los compañeros más queridos del arqueólogo.
Finalmente, dejamos para el cierre al general Vogel, interpretado por Michael Byrne, el segundo gran antagonista por antonomasia de la cinta. Byrne encarna a la perfección al nazi frío, calculador y eficiente, que funciona como la sombra constante de la amenaza que persigue el Grial. Aunque no cuenta con un número muy elevado de escenas, el público recuerda con claridad momentos como la captura de Indy o el enfrentamiento en el castillo Brunwald.
Sin embargo, la secuencia más memorable llega en el zeppelin, cuando Indy, disfrazado de revisor, le propina una sacudida a Vogel por intentar apresar a su padre y, ante el desconcierto de los pasajeros, suelta uno de los diálogos más celebrados de la saga: “no tenía billete”. ¡Simplemente increíble!
Indiana Jones y la última cruzada se distingue por su maestría en efectos especiales prácticos, una característica que la coloca en un lugar destacado dentro del cine de aventuras de finales de los ochenta. Bajo la supervisión de George Gibbs y con el respaldo de Industrial Light & Magic (ILM), la película combina técnicas tradicionales con innovaciones que marcaron un hito en la industria.
La secuencia inicial del tren, que muestra a un joven Indy enfrentándose a un grupo de bandidos, fue filmada en la Cumbres and Toltec Scenic Railroad, una línea ferroviaria a escala reducida que corre entre Nuevo México y Colorado. La producción utilizó una combinación de maquetas a escala y efectos prácticos para crear la atmósfera de peligro y aventura. Por ejemplo, se emplearon serpientes reales y de goma para las escenas en las que Indy cae al suelo cubierto de estos reptiles. Además, se utilizaron efectos de sonido y edición para intensificar la sensación de claustrofobia y tensión.
Otra escena bastante mítica es la secuencia de la persecución en motocicleta. Se filmaron escenas en las colinas de Fairfax, Marin, detrás de Deer Park. La producción utilizó motocicletas reales y dobles para las acrobacias, combinando tomas en vivo con efectos de sonido y edición para crear una secuencia dinámica y emocionante. El uso de efectos prácticos permitió una mayor interacción entre los actores y el entorno, aumentando la autenticidad de la escena.
De hecho, siguiendo con el tema de las persecuciones, la secuencia de las lanchas también es bastante icónica. Está ambientada en Venecia, pero gran parte de su rodaje se llevó a cabo en Reino Unido. Las tomas exteriores del Gran Canal fueron filmadas en Venecia, donde el equipo de producción obtuvo permisos para bloquear el tráfico turístico entre las 7:00 y las 13:00 horas, minimizando la presencia de turistas y facilitando la filmación. ¡Alucinante!
Sin embargo, las escenas de acción más intensas, como las persecuciones y maniobras arriesgadas, fueron realizadas en los estudios Elstree (Inglaterra), utilizando un tanque de agua y embarcaciones deportivas proporcionadas por una empresa llamada Hacker Craft. Estas embarcaciones fueron equipadas con sistemas de cableado para controlar su movimiento y garantizar la seguridad durante las acrobacias. Además, se utilizaron maniquíes en algunas tomas para simular la presencia de personajes sin poner en riesgo a los actores. Este recurso de los maniquíes también fue usado en Indiana Jones y el templo maldito (1984) para la persecución de las vagonetas.
La secuencia del tanque, una de las más emblemáticas de la película, fue filmada en el desierto de Tabernas, en Almería, España. Se construyó una réplica funcional de un tanque Mark VII, utilizando un chasis de excavadora HYMAC 590 y motores V8 de Rover. La construcción del tanque duró cuatro meses, y se enfrentó a varios desafíos técnicos, como averías mecánicas y problemas de temperatura en su interior. A pesar de estos obstáculos, la secuencia fue filmada con éxito, utilizando una combinación de tomas en vivo y efectos prácticos para crear una de las escenografías de acción más memorables del cine.
Otra escena, que ya se ha comentado antes brevemente, es la de la muerte de Donovan. Esta escena fue pionera al ser la primera en utilizar una composición digital completa. Se emplearon tres muñecos animatrónicos en diferentes etapas de descomposición, fusionados digitalmente para lograr el efecto deseado.
Es notable la enorme mejora en la digitalización por computadora que se aprecia en Indiana Jones y la última cruzada, apenas ocho años después de En busca del arca perdida. Mientras en la primera se recurre a efectos prácticos y mecánicos, como en la recordada escena de la muerte de Toht, cuyo rostro y ojos se derriten al abrirse el Arca y desatarse la ira divina, la tercera entrega ya empieza a integrar técnicas digitales más sofisticadas, logrando transiciones más realistas y secuencias de acción más impactantes sin perder la esencia de los efectos prácticos.
La producción enfrentó varios retos, como la integración de efectos prácticos con actores reales y la creación de efectos visuales convincentes sin el uso de CGI avanzado. La colaboración entre directores de efectos, técnicos de ILM y el equipo de dirección fue esencial para superar estos obstáculos y mantener la coherencia visual en todo el filme. Por ejemplo, se utilizaron maquetas a escala y efectos de stop-motion para crear la ilusión de destrucción y movimiento en escenas como la del zeppelin y la del tanque. Estas soluciones técnicas permitieron mantener la estética artesanal de la película, que sigue siendo apreciada por los aficionados al cine de aventuras. ¡Hicieron un trabajo pistonudo!
La música de Indiana Jones y la última cruzada, compuesta por John Williams, es un componente esencial que eleva la narrativa y la emoción del filme. Actualmente, la banda sonora continúa siendo un referente en el cine de aventuras. La partitura fue grabada en los estudios Sony Scoring Stage, con la participación de la Hollywood Studio Symphony. Williams incorporó leitmotivs para personajes y elementos clave, como el regreso del tema principal de Indiana Jones y nuevas composiciones que reflejan la búsqueda del Grial.
La composición de la banda sonora fue un proceso meticuloso que involucró la colaboración estrecha entre Williams y el director Steven Spielberg. Williams utilizó una orquesta completa para capturar la grandiosidad y la emoción de la película, incorporando elementos musicales que reflejan la aventura, el misterio y la tensión de la narrativa. La producción de la banda sonora también incluyó la grabación de efectos de sonido específicos, como el sonido del látigo de Indy, que se integraron cuidadosamente con la música para crear una experiencia auditiva inmersiva.
Uno de los temas más destacados es The Raiders March, que regresa con variaciones que refuerzan la identidad del personaje y su legado. Otra pieza significativa es Scherzo for Motorcycle and Band, una composición energética que acompaña la persecución en motocicleta, destacando por su ritmo y orquestación. The Penitent Man Will Pass es otra pieza que refleja la tensión y la resolución en las pruebas del Grial, utilizando armonías y dinámicas que intensifican la narrativa visual.
La banda sonora fue nominada al Óscar y al Globo de Oro, consolidando a Williams como uno de los compositores más influyentes de la industria. Su capacidad para fusionar elementos clásicos con innovaciones modernas ha dejado una huella indeleble en el cine contemporáneo. La música de Indiana Jones y la última cruzada continúa siendo celebrada por su contribución al cine de aventuras y por su capacidad para evocar emociones y recuerdos en los espectadores. ¡Qué emocionante!
Seguidamente, vamos a por las “curios” con sombrero y látigo. Se van a discutir algunas anécdotas verificadas del rodaje de la cinta. Paralelamente, vamos a indagar en cómo se planificaron y resolvieron las secuencias más aparatosas, escenas que se añadieron “in extremis” al montaje, improvisaciones célebres, premios, taquilla y recepción crítica. ¡Mucha atención que la cosa se caldea!
La filmación principal duró aproximadamente 123 días y se repartió entre España (Almería), Italia (Venecia), Alemania Occidental, Jordania (Petra), Reino Unido y EEUU. Spielberg y Lucas buscaron deliberadamente volver al tono propio de la primera entrega. La explicación es muy simple: según testimonios de sendos directores, ambos estaban atravesando momentos complicados en sus respectivas vidas personales. Por consiguiente, enfatizaron esa carga emocional negativa en una película mucho más sombría y oscura.
De hecho, Indiana Jones y el templo maldito es considerada la entrega más “disruptiva” de la colección por estas razones. Y a esto, hay que sumar los problemas que tuvieron con la Motion Picture Association (MPA): la institución encargada de catalogar y regular las películas en EEUU en rangos de edad. Con las dos primeras partes tuvieron serios problemas para “colarlas” en las categorías que ellos deseaban. Recordemos que calificaciones más altas suelen conllevar menos taquillaje porque menos público puede ir a verla. ¡Esto no es un buen negocio! Por ello, decidieron volver a la esencia original, sin desviarse mucho, porque ya sabían a lo que se atenían.
La persecución en lanchas por Venecia es un gran ejemplo del cine artesanal de Spielberg. Se rodó al amanecer, con permisos especiales para controlar el Gran Canal y una coreografía muy precisa entre góndolas reales. El clímax llegó con la explosión de la lancha: una embarcación vacía con maniquíes fue lanzada desde una plataforma oculta por humo y fuego, generando una colisión totalmente práctica. Sin efectos digitales, la secuencia mantiene hoy toda su fuerza porque lo que vemos es real, filmado directamente en cámara.
La escena de las ratas en las catacumbas, pensada como “eco” de las serpientes en la primera entrega y de los insectos en la segunda, se rodó por medio de un set con medidas estrictas de seguridad y control sanitario, y con efectos de agua, fuego y stunts en espacio reducido.
En cuanto al humor se refiere, el chiste más recordado no estaba en el guion: cuando Indy pregunta a su padre cómo sabía que Elsa era espía, Sean Connery soltó de improviso “habla en sueños”. El golpe cómico funcionó tan bien que Spielberg lo dejó en el montaje. Varios testimonios de equipo y reparto han contado que el set estalló en carcajadas.
La película ganó el Óscar a Mejor Edición de Efectos Sonoros (Ben Burtt, Richard Hymns) y recibió nominaciones a Mejor Sonido y Mejor Banda Sonora Original (John Williams). Además, Connery fue candidato al BAFTA como mejor actor de reparto, pero fue Ray McAnally (1926 – 1989) por My Left Foot (1989), quien acabó ganando la condecoración.
Un dato bastante interesante está relacionado con el actor River Phoenix, quien aparte de ser hermano del también actor Joaquin Phoenix, ya había trabajado con Ford previamente en la película La costa de los mosquitos (1986). En realidad, fue el propio Harrison quien le propuso a Spielberg que fuese Phoenix quien interpretase a la versión juvenil de Indy, puesto que consideraba que tenía grandes dotes para la interpretación.
Siguiendo con este hilo, una de las curiosidades más simpáticas la encontramos en la escena inicial del tren, donde vemos a un joven Indy enfrentarse a un león y, en el intento de dominarlo con el látigo, termina con un corte en la barbilla. Esa pequeña herida sirve como ingenioso guiño al propio Harrison Ford, quien en la vida real luce una cicatriz en ese mismo lugar. Sin embargo, lejos de lo que la película sugiere, el origen de la marca no tiene nada de épico: Ford se la hizo en los años sesenta, cuando aún trabajaba como carpintero, tras un aparatoso accidente de coche en California.
En cuanto al tema de hitos comerciales y recaudación de taquilla, siendo estrenada el 24 de mayo de 1989, marcó récords de apertura y terminó como la película más taquillera del mundo ese año: 474,1 millones USD frente a un presupuesto de 48 millones. En el mercado doméstico fue un éxito sostenido y en Reino Unido encadenó seis semanas el podio de película más vista.
A nivel crítico, el consenso fue claramente positivo. Periódicos y revistas como NYT, Rolling Stone o Newsweek elogiaron el pulso aventurero y, sobre todo, la dinámica Ford-Connery. Spielberg explotó la vis cómica de Connery frente al hieratismo burlón de Ford, fomentando la improvisación y el “timing” de dúo para que el subtexto padre-hijo terminara guiando el tono. Esa química está citada como clave en la recepción crítica y en el recuerdo popular de la película.
Indiana Jones y la última cruzada no solo es una tercera entrega digna de su legado, sino que, para muchos, es el verdadero cáliz dorado de la saga. ¿Por qué habría que verla? Porque logra la mezcla exacta entre aventura trepidante, humor inteligente, acción espectacular y un trasfondo emocional que pocas películas de entretenimiento alcanzan. La química entre Harrison Ford y Sean Connery es sencillamente oro puro, y consigue dar al relato un toque humano y familiar que multiplica el interés de la trama.
En cuanto a sus virtudes frente a las dos anteriores, la tercera parte pule lo mejor de cada una. De En busca del arca perdida hereda el tono épico y el equilibrio entre misterio y acción, mientras que de El templo maldito rescata la espectacularidad, pero suavizando su crudeza y oscuridad con un humor más ligero y cercano. Aquí, Spielberg ofrece un relato mucho más maduro, con un guion sólido y un desenlace que, sin desvelar demasiado, roza lo mítico. Adicionalmente, la conexión que crean el dueto compuesto por Ford y Connery (ambos en su prime) hace que la trama sea más rápida, amena y gustosa por parte del espectador.
¿Y en qué es peor? Quizás en la previsibilidad. Al ser la tercera entrega, algunos de los recursos ya no sorprenden tanto como en el debut, y ciertos personajes secundarios no alcanzan el mismo nivel de frescura que en la primera película. Además, a pesar de su espectacularidad, la cinta no posee la intensidad sombría y arriesgada de El templo maldito, lo que puede hacer que se perciba como más “segura” en su planteamiento.
Personalmente, este punto, unido a la cuestionable relegación de Indiana en varios pasajes, donde Ford parece quedar en un segundo plano frente a Connery, en lugar de ser el auténtico artífice de la acción, me lleva a situar esta entrega por detrás de las dos anteriores. Por ese motivo, en lo que a la trilogía original se refiere: mi ranking final queda de la siguiente manera: Indiana Jones y el templo maldito, En busca del arca perdida e Indiana Jones y la última cruzada.
En definitiva, Indiana Jones y la última cruzada es una aventura imprescindible, que combina entretenimiento puro con un relato lleno de carisma y momentos inolvidables. Una película que hay que ver no solo para disfrutar de la magia del cine de Spielberg en su máximo esplendor, sino también porque encierra una lección atemporal: a veces, el verdadero tesoro no es el Grial, sino el viaje que emprendemos para encontrarlo.
Así que, aventureros del cine, desempolvad vuestros sombreros y preparad el látigo: Indiana Jones y la última cruzada os espera con trampas mortales, enigmas milenarios y dosis infinitas de humor y heroicidad. No importa si sois seguidores de toda la saga o nuevos en el mundo del arqueólogo más intrépido del cine, esta película os hará reír, temblar y, sobre todo, soñar con la próxima gran aventura. ¡Qué comience la cruzada!
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